Somos muchos los chicos de Nuevas Masculinidades Alternativas (NAM) que hemos crecido y nos hemos socializado con la presión de ser una masculinidad dominante y/o agresiva. Este discurso coercitivo, de hecho, ha empujado a muchos chicos igualitarios a realizar determinadas prácticas negativas hacia ellos y la comunidad. Esta realidad, constatada por los men’s studies, es una evidencia ampliamente investigada, aunque, a menudo, de forma descriptiva y sin profundizar de porqué es así.
El lenguaje del deseo vinculado a la violencia, como ya hemos subrayado en esta sección, es un factor determinante en la reproducción de las prácticas anteriormente mencionadas. Sin embargo, hemos profundizado menos en los aspectos actitudinales de las Nuevas Masculinidades Alternativas. En este sentido, queremos apuntar que la complejidad de ser una masculinidad dominante es igual a cero. Es decir, no implica ningún esfuerzo caer en el discurso coercitivo y ser un “macho alfa”. Resulta importante apuntarlo de esta manera porque en ocasiones en algunos entornos, espacios y productos audiovisuales se plantea la existencia diferentes matices que tienen “los malotes” haciendo su personalidad más “interesante” y “compleja”. Esta afirmación es una ocurrencia que contribuye a dotar de atractivo las masculinidades dominantes sin ningún tipo de fundamento.
Por otro lado, las NAM presentan una calidad humana y actitudinal muy elevada. En contraposición de algunas posturas reaccionarias que plantean que estos chicos y hombres son “simples”, la realidad muestra como ser NAM significa tener la fortaleza de no caer en el discurso coercitivo. Ello por consiguiente va asociado a una cultura del esfuerzo para comportarse de forma alternativa a lo que históricamente se ha considerado como propio y atractivo en las masculinidades. De modo que tratar bien las personas, ser solidario, cuidar el entorno, potenciar el atractivo de uno mismo y de las otras personas son actitudes de mayor calidad y complejidad que cualquier atributo vinculado a la maldad.
De pequeño me presionaban mucho para que fuera más rudo al comportarme y al hablar, para que pegara a quien me pegaba, e insistían en ello reiteradamente. Siempre desistí a esa presión que configuró mi personalidad. En las escuelas e institutos y en otros contextos educativos podemos contribuir a que ello también pase con los niños y chicos. Podemos dotar de atractivo y valor esa forma de actuar que socializa en las actitudes de calidad y en la cultura del esfuerzo.
Director de la revista científica Masculinities and Social Change
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