La Romaña era una región difícil de gobernar. El reto no era solo apoderarse de ella sino “darle un buen gobierno para devolverle la paz y el respeto a la autoridad del rey”, según explica Maquiavelo en El príncipe. Para ello, Maquiavelo había encontrado un modelo a seguir: César Borgia, quien había gobernado la Romaña de una manera “digna de nota y de ser imitada”, según Maquiavelo. Ya que en la Romaña abundaban todo tipo de delitos, César Borgia dio plenos poderes a Ramiro de Orco porque era conocido por ser un hombre cruel y muy determinado. En poco tiempo consiguió “devolver la paz” a la región, pero las políticas del gobernador generaron mucho odio entre los súbditos. César Borgia era consciente de ello. Para demostrar ante sus súbditos que toda crueldad provenía exclusivamente del gobernador, César Borgia depuso a Ramiro de Orco y ordenó que lo ejecutaran y expusieran su cadáver “en la plaza, cortado en dos trozos, junto a un pedazo de madera y a un cuchillo ensangrentado.” Éste es, César Borgia, el modelo a seguir para Maquiavelo.
Se adecúa perfectamente a los valores que defiende Maquiavelo en El príncipe: “Se puede definir como buena utilización del delito (si es que se puede hablar bien del mal) la que se hace en un momento concreto por la necesidad de asegurar la propia posición.” Éste es el objetivo para el que da sus consejos Maquiavelo, conseguir el poder, ser poderoso. Y según Maquiavelo, hay que despejar toda duda sobre el objetivo de los poderosos: “desean oprimir”. Por lo tanto, El príncipe de Maquiavelo es una guía para aquellas personas que ansían aglutinar poder. Nada tiene que ver con la transformación. Nunca está orientado a mejorar la vida de las personas. Dice Maquiavelo que un príncipe “a menudo necesita obrar contra la lealtad, contra la caridad, contra la humanidad” porque cuando la comunidad “está corrompida, te conviene adaptarte a su ánimo para complacer, y en ese caso las buenas acciones se vuelven en su contra.”
En el libro La sociedad dialógica, Ramón Flecha explica que Maquiavelo no contribuye a la democracia, sino que la dificulta. Del mismo modo podemos decir que los seguidores de Maquiavelo para nada se corresponden con las nuevas masculinidades alternativas sino con las masculinidades más tradicionales. No se puede soplar y sorber al mismo tiempo.
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