Esta filósofa nació en 1831, en Alemania. Creció en el seno de una familia burguesa, y, como era habitual en las mujeres de la época, no recibió una educación suficiente y tuvo que procurarse ella misma la manera de adquirir conocimientos.
Participó en la fundación de diversas asociaciones femeninas. Los temas que le preocupaban eran sobre todo la justicia social y la emancipación de la mujer. Consideraba que todo lo que se decía sobre «la esencia de la mujer» era «metafísica». Es en la vida cotidiana donde se ve lo que es la mujer; es en el trabajo de cada día donde debe responder y combatir los viejos prejuicios. Para ella, el derecho al voto de las mujeres era fundamental. Aboga a favor de este derecho principalmente en el texto: La naturaleza y el derecho de las mujeres. Otro trabajo importante de Hedwig Dohm es su tratado La emancipación científica de la mujer. En este texto se muestra partidaria de aplicar los ideales de la Ilustración al ser humano. Para ella, de una interpretación incorrecta de la «naturaleza de la mujer» se deriva un tratamiento desigual y la llamada «incapacidad intelectual de la mujer». Se opone, por tanto, a las teorías de los anatomistas, fisiólogos y médicos sobre la pretendida naturaleza inferior de la mujer y combate las diferencias de socialización de niños y niñas.
Hedwig Dohm reclama una educación igualitaria para las jóvenes y el derecho al voto. Así se podrá conseguir que las mujeres se interesen por la política, intervengan realmente en las discusiones y contribuyan a los cambios. A su vez, también insiste en la diferencia de cada individuo en particular. Las personas no son iguales, sino que se diferencian unas de otras y precisamente por eso hace falta que todos, hombres y mujeres, colaboren en los procesos sociales.
Hedwig Dohm era una pensadora que se interesaba exclusivamente por los problemas éticos. Su objetivo era cambiar las injustas relaciones entre ambos géneros. Para ella, la práctica política era prioritaria.
Leamos un fragmento de su obra, La emancipación científica de la mujer:
“Las mujeres exigen el derecho al voto como su derecho. Pero, ¿por qué tengo que demostrar primero que tengo este derecho? Soy un ser humano, pienso, siento, soy ciudadana del Estado, no pertenezco a la casta de los criminales, no vivo de la limosna: éstas son las pruebas que puedo aportar para mi reivindicación. Al hombre, para ejercer su derecho al voto, le hace falta un domicilio determinado, una edad determinada, una propiedad; ¿por qué la mujer necesita todavía más? ¿Por qué se equipara a la mujer a los idiotas y a los criminales? No, a los criminales no. Al criminal se le priva de sus derechos políticos sólo temporalmente; tan sólo la mujer y el idiota pertenecen a la misma categoría.»
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