Es de llorar una carta tan bonita. Una explicación dirigida a una niña, por parte de la jueza que ha desestimado la demanda interpuesta por un padre contra la madre, en un episodio de violencia vicaria. Un fallo judicial que se merece formar de la jurisprudencia.
La jueza le hace saber su nombre a la niña y “que ha decidido sobre con quien vas a vivir”. Sigue con un contundente “tenemos la obligación de proteger los derechos de los niños y las niñas”.
Es una aclaración magnífica, un manifiesto de sensibilidad. Impresiona, pues es bien al contrario de lo que sucede en demasiados casos de violencia vicaria (del padre a las criaturas para herir a la madre), en que el juez o la jueza, con informes de los servicios sociales sesgados o espurios, obliga a las criaturas a ver o a convivir con el maltratador padre, o incluso se impide a la madre a ver a su hija o hijo.
Cada criatura que sufre este calvario es un aviso terrorífico que paraliza a todas las madres que tienen que enfrentarse a su maltratador. Las madres protectoras, que se resisten a la violencia institucional vicaria, lo saben bien, como Juana Rivas, a quien encarcelaron y, justo ahora, la justicia italiana le ha dado la razón alegando el interés superior de los derechos de la infancia.
La jueza Isabel desgrana unas cuantas perlas en su emotiva explicación escrita: “No te preocupes, que seguirás viviendo con tu mamá… no tienes que ver ni hablar con el Señor que le hizo daño a tu mamá (tu padre biológico)”. Sigue “has sido muy valiente” decirnos algunas de las cosas que te dan miedo… “porque te da mucho miedo que le haga otra vez daño a tu mamá”.
Se ha escuchado a la niña, y se la ha creído! Escuchar, creer, razonar para empatizar, defender y proteger a las personas agredidas, las víctimas. Este proceder, en vez de extraordinario, tendría que ser una firme obligación ética y legal, lo normal. Creerse a las víctimas, a las agredidas, en vez relativizar, excusar y favorecer al agresor, por muy padre que sea, biológico, como apostilla la jueza.
Veo una emotiva declaración de amor a la infancia por parte de una jueza, justa, humanitaria, con valores de equidad de género, feminista.
Muchas gracias por tu valentía, jueza.
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