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Treinta y cinco años debieron transcurrir desde que Marie Curie ganara el Premio Nobel de Química hasta que otra mujer obtuviera un Premio científico. Y esta fue precisamente su hija Irène, casada con Jean Frédéric Joliot y con quien compartiría el galardón en 1935. 

Licenciada en física y en química, en 1932 descubriría el neutrón, y en 1934 lograría producir artificialmente elementos radiactivos. Lo haría junto con Joliot, del cual tomaría el primer apellido. Irène había sido ayudante de su madre desde 1919 en el Instituto Curie, obteniendo el doctorado en Ciencias en 1925. 

En la década de 1930, cuando el fascismo comenzó a tomar cuerpo, a su actividad de científica unió el activismo político, de forma que durante la Segunda Guerra Mundial protegió según sus posibilidades tanto a miembros de la resistencia como a científicos judíos.

Después del bombardeo atómico sobre Hiroshima y Nagasaki, en 1945, se mostró contraria al uso bélico de la energía nuclear, uniéndose a activistas como Bertrand Russell y Albert Einstein. Así, en 1950 puso su firma en el Llamamiento de Estocolmo, y más tarde, en 1955, en el Manifiesto por la Paz de Russel-Einstein.   

Irène Joliot-Curie murió en París en marzo de 1956, a los 58 años de edad, víctima de una leucemia provocada por la exposición a la radioactividad en su laboratorio. También en este descuido había seguido los pasos de su madre. En cuanto a sus hijos, Hélène y Pierre, ambos son reconocidos científicos investigadores. Una estirpe que sigue su curso. 

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