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Achinar los ojos según el diccionario de la RAE significa “adquirir los ojos una forma oblicua o rasgada, con la comisura de los párpados alargada”.

Cuando era pequeña las niñas, a veces, jugábamos en el patio a un juego en el que cantábamos “china, japonesa, holandesa, media vuelta y al revés». Según el país, íbamos colocando los párpados, con los dedos índices, de una u otra manera. Jamás tuvimos la intención de ofender a nadie. Y que hubiera maneras diferentes de tener los párpados nos parecía estupendo. Éramos niñas que crecían en el franquismo de los 60, años en los que poca diversidad, poca racialización, había en mi pequeña ciudad. No conocía a nadie de origen chino. Las películas y los libros eran las puertas que nos abrían a otras realidades y culturas distintas. 

En los 70 llegó Pippi Langstrum a la televisión, para consternación de muchas personas que la consideraban irreverente, rebelde y mil cosas más. En uno de los episodios de la serie Pippi también achinaba los ojos cuando jugaba. En Suecia, al volver a lanzar la serie a principios del milenio, la televisión sueca (SVT)  pidió que se eliminará esta escena en la que jugaba a “hacer el chino”, para que ninguna persona asiática se pudiera sentir ofendida por esta burla” porque los consideró xenofobos.No todo el mundo estuvo de acuerdo, entre los artículos que se pueden encontrar aparece lo que expresa una maestra que argumentaba que esos textos podían ser una oportunidad para debatir sobre todo esto con las niñas y los niños y explicar la diferencia de la sociedad sueca entre antes y ese momento.

El personaje de Pippi, de la escritora Astrid Lindgren está considerado en la Literatura Infantil y Juvenil (LIJ) como un punto de inflexión para situar el inicio de la LIJ tal y como la entendemos hoy en día. Además, Pippi es considerada un icono feminista. También desde la investigación sobre la LIJ defendemos que las obras de LIJ hay que abordarlas de manera situada, contextualizada. Como Freire nos recuerda, la lectura de la palabra, del texto, siempre va unida a la lectura del mundo, de la realidad. El texto y el contexto de la obra nos va a dar la oportunidad de relacionarlo con nuestro propio contexto, para cuestionar el mundo, para cuestionarnos y, para poder generar transformación.

La escritora brasileña Ana María Machado destacó ya en la década de los 90 que “la pregunta apropiada no es si se debe leer o no estos libros, sino cómo se deben leer”, y que debemos “apertrechar a los lectores con herramientas para descubrir las cargas ocultas que reproducen modelos discriminatorios o ideologías subyacentes en libros donde se extienden estereotipos”.

Hace poco vi la película Chinas (2023) de Arantxa Echebarria. En la película, entre muchas otras cosas, aparecen dos niñas de nueva años, que viven en el barrio de Usera de Madrid. Una es Lucía, hija de migrantes chinos, nacida aquí; otra Susana, su amiga cómplice desde el parvulario. Las dos niñas son  muy divertidas, inquietas y cuestionan juntas lo que tienen alrededor. En una de las escenas, las dos niñas están hablando y se preguntan si por la forma de los párpados, diferente en cada una, ven de manera distinta. Se van haciendo preguntas con naturalidad, hasta que Lucía tiene una idea, decide que se van a poner tiritas en los párpados, ella para subirlos y Susana para achinarlos. De esta manera, piensa, cada una podrá ver como ve las cosas la otra. Lo hacen muertas de risa, experimentando que, en realidad, ven lo mismo. Me pareció una escena preciosa, en la que dos niñas con muchas ganas de descubrir cómo funciona todo, solucionan sus dudas, experimentando, probando, aportando argumentos que van considerando o descartando. Es lo que muchas generaciones de niñas hemos hecho. Desde una mirada desprejuiciada.

Hay una autora de cómics que me encanta Quan Zhou, una andaluza que pone patas arriba los prejuicios y el racismo con un humor transgresor en obras como Gazpacho Agridulce (2015) o Andaluchinas por el mundo y Gente de aquí, gente de allí (2020), editadas por Astiberri. La descubrí en varias entrevistas que le hicieron en la radio hace tiempo. Todas muy divertidas. Fue una de las personas que tras el brote de coronavirus participó en la campaña #No Soy un Virus, denunciando el racismo que las personas de origen asiático estaban sufriendo. Quan Zhou cuenta situaciones hilarantes. Y no se burla de nadie, consigue algo muy difícil: nos hace mirar desde dónde ella mira y lo hace con humor.

La censura reduccionista no soluciona nada. Quienes censuran la LIJ se olvidan de que comprender un texto no significa estar de acuerdo con su contenido, y que debemos enseñar a argumentar y a (contra)argumentar a las niñas y a los niños. La democracia y la libertad de pensamiento se desarrollan ejercitándolas. Y, para eso, debemos tener la oportunidad de hacerlo desde la infancia.

Siempre ha habido niñas chinas con agencia, y desde la LIJ inclusiva deben llegar a las lectoras y a los lectores de las escuelas. Buscar estos libros, dialogar sobre ellos con el estudiantado, introducir la racialización entre los criterios temáticos de la selección que como profesionales debemos hacer, cuando las aulas de las escuelas cada vez son más diversas, significa que todos los niños y niñas puedan generar mecanismos de identificación, que haya representación de todo el estudiantado. Esta diversidad genera enriquecimiento. No podemos obviarlo si realmente defendemos el derecho a la lectura y la LIJ inclusiva.

Existe una carencia generalizada de referentes racializadas, y debemos transformar este problema incluyendo libros de no ficción como, por ejemplo, el libro sobre la escritora china Qui Jin, activista y la primera poeta feminista china, que Salvat incluye en la colección Mujeres Extraordinarias de Salvat. Y libros de ficción con protagonistas chinas como La niña de los gorriones (Pannypacker y Tanaka,2010) contextualizado en el extermino de los goriones en las zonas rurales de China en los años 50, que generó una catástrofe mediomabiental, o El deseo de Ruby (Bridges,2005), inspirado en la abuela de la autora que, en lugar de pensar en casarse, lo que quería era ir, como los chicos de su familia, a la universidad.

Además, podemos recuperar científicas chinas referentes como Tu Youyou (1930), una científica física farmaceútica, que estudió farmacia y , además, medicina china. Fue premio Nobel de Fisiología o medicina en 2015, por su descubrimiento de la artemisinina, un compuesto que reducía el número de parásitos en la sangre de pacientes con malaria, que era la principal causa de muerte en el sur de China. Fue, además, la primera mujer china en recibir un Premio Nobel. También fue la primera mujer china en recibir en 2017 el premio científico más importante de China, el Premio Estatal de Ciencia y Tecnología.

O Chien-Shiung Wu (1912-1997), reconocida física experimental. En 1964 se pronunció, en un simposio del Instituto de Tecnología de Massachusets, contra la discriminación de género. . Estudió de pequeña en la primera escuela para niñas de China, fundada por su padre. Cuando murió en Nueva york sus cenizas se trasladaron al patio de esa escuela de Ming.

Hay muchas más.Hay alternativas para leer el mundo sin dejar a nadie fuera.




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