Es complicado muchas veces, para familiares y profesionales responsables del bienestar de la infancia, detectar qué conductas sexuales son problemáticas o peligrosas en niños, niñas y adolescentes; reconocer señales de alarma cuando están sufriendo abusos sexuales; hablar en confianza con ellos y ellas de estos temas, y saber cómo proporcionar apoyo y protección.
El centro web de ‘Impacto y Evidencia’ de la Sociedad Nacional para la Prevención de la Crueldad contra la Infancia (NSPCC por sus siglas en inglés) fue diseñado para promover y hacer accesible la evidencia de investigación que produce en este ámbito. Entre sus publicaciones más recientes podemos encontrar el informe de la evaluación del programa Safe Home, realizada por la Universidad Liverpool John Moores en colaboración con la NSPCC.
Safe Home es un programa de apoyo para familiares y profesionales que atienden a niños y niñas que han mostrado conductas sexuales de riesgo, acompañado con terapia para estos y estas menores. El programa consta de 13 sesiones sobre las conductas sexuales en la infancia, cómo responder ante indicios de abusos sexuales, atender sus necesidades, y hablar con ellos y ellas de relaciones y sexualidad. La metodología de evaluación incluyó una encuesta online dirigida a 27 profesionales del programa, entrevistas semiestructuradas a 10 de estos profesionales; 15 entrevistas en profundidad con padres, madres y personas cuidadoras; y un análisis de los datos del sistema de gestión de casos de la NSPCC.
Familiares y personas cuidadoras ofrecieron ejemplos de cómo el programa les había ayudado a entender lo que había pasado, reconocer los riesgos y señales de alarma para poder intervenir de manera eficaz, y cómo incluso habían podido informar a sus familias extensas sobre lo que habían aprendido. Todos y todas estaban de acuerdo en que los conocimientos adquiridos habían contribuido a una mayor sensibilización, mejor comunicación y relaciones de confianza entre los miembros de las familias.
“Nunca podré agradecer lo suficiente al programa. No pensaba que un chico/a podría cambiar así su comportamiento. Creía que una vez que adoptan esa actitud agresiva, retadora, destrozando paredes a puñetazos, eso no acabaría nunca.”
También coinciden en señalar las relaciones creadas entre las personas participantes, como clave para optimizar su compromiso y el éxito del programa, generando un espacio seguro para dialogar sobre temas sensibles. El enfoque de intervención personalizada y no de asesoramiento, unido a la terapia en paralelo con los y las menores, fueron elementos decisivos para fortalecer ese sentimiento de confianza y seguridad.
“Antes de esta experiencia, me sentía muy estigmatizado por la separación con mi hija. Era un sufrimiento profundo que teníamos que soportar.”
El informe añade recomendaciones para optimizar el impacto y alcance del programa, como ofrecer un modelo mixto que incluya contactos presenciales y online, o promover la coordinación de servicios asegurando que el programa se aplique siempre con rigor. Al final hay un enlace con amplia información y orientaciones para reconocer las señales de alarma cuando un niño, niña o adolescente está sufriendo abusos, y cómo las personas adultas responsables de su bienestar podemos prevenir y responder.
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