En el mundo del deporte, tanto a nivel de competiciones de élite como a nivel amateur, así como en categorías de cantera y de jóvenes, cada vez se visibilizan más los valores deportivos y éticos que se pretende que sean motor de mejoras en las relaciones entre las personas que participan, sean jugadores, asistentes, árbitros o familiares.
En este ámbito, como en muchos otros, el papel de los chicos y los hombres es esencial para luchar contra la violencia de cualquier tipo pero, especialmente, para superar la violencia de género.
En ocasiones, los mensajes que se lanzan desde los propios clubs, que hay que decir que son indispensables y que están hechos con la mejor de las intenciones, tienen el objetivo de trasladar los valores clave a la juventud y a sus familias, como componentes que hay que visibilizar y que, progresivamente, serán asumidos por todo el colectivo. Es esa primera piedra sobre la que se podrá fundamentar el resto de cuestiones: solidaridad, humildad, compañerismo, respeto por el árbitro y por los jugadores del equipo contrario, etc.
Pero, según lo que plantea la investigación en temas de convivencia, no deberíamos quedarnos en ese tipo de planteamiento. Hace falta que, de forma contundente y clara, exista un posicionamiento rotundo del club de tolerancia 0 a cualquier tipo de violencia.
Así pues, podemos poner el ejemplo de los vestuarios de chicos y hombres que son espacios complejos en los que se tejen relaciones que están, en muchas ocasiones, vinculadas con la dominación, la coacción y la violencia. Los comentarios sexistas, subidos de tono con desprecio hacia las chicas; las amenazas transfóbicas o lgtbifóbicas; la disminución del valor social hacia chicos que tienen actitudes igualitarias, etc. Son, todos, elementos, sobre los que si no conseguimos romper esta doble moral, la de tener valores éticos en las paredes de los pavellones y en los terrenos de juego, pero sin actuar y dialogar sobre estos temas, no sirven para luchar contra la violencia, es más, la pueden perpetuar. Los niños, los chicos y los hombres pueden aprender que hay alternativa a este tipo de relaciones, que posicionarse resulta muy atractivo y crea entornos de protección. Además, ya sabemos que siempre ha existido este tipo de masculinidad que aúna seguridad, coraje y valores éticos y que tiene mucho atractivo.
Uno de los grandes retos es conseguir que aquellos niños que tratan bien, que son solidarios e igualitarios, sean los más deseados por sus compañeros y amigos, los más valorados y los más fuertes y seguros. Porque este tipo de actitudes que tienen las nuevas masculinidades alternativas son el ingrediente que puede girar la balanza en las elecciones de amistades, en los proyectos de futuro y en la relaciones de compañerismo profundo. Por ello, los valores éticos, por sí solos, sin diálogo y sin base científica, no transforman la realidad de las acciones y actitudes.
Hace falta que los clubes deportivos tengan la valentía de plantear acciones en los que se hable desde el lenguaje del deseo, como ya se dan en algunos lugares, en las que el diálogo sobre estos temas, a parte de las charlas técnicas y de estrategia de cada deporte, se focalice en posicionarse siempre, rápida y contundentemente. Porque, eso, lejos de motivar más violencia, la frena cuando surja y dota de herramientas a los chicos para saber posicionarse, para que no les roben la seguridad ni la fuerza que tienen y para divertirse practicando el deporte que les apasiona. Así, la libertad estará presente y será la idea que mueva sus vidas, su desarrollo deportivo, social e individual.
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