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Así es como empieza un juego marcado por la coacción y que después de años se sigue presentando como algo “divertido”. Este medio ha preguntado a varias personas, chicos y chicas, sobre el juego y sobre las interacciones que se han dado a su alrededor para poder esclarecer el presente artículo.

El juego en sí consiste en situar sentadas en círculo a un conjunto de personas, cada una con un vaso de alcohol en la mano. Por turnos, cada una de las personas tiene que decir una barbaridad que haya cometido o no en su vida – normalmente de contenido sexual- empezando por las palabras “Yo nunca nunca…” seguido de la experiencia que quiera contar. Una vez expuestos los hechos, las personas que sí hayan vivido o hecho una cosa similar tienen la obligación de beber mientras quienes no lo han hecho no beben. La persona que cuenta la situación también tiene que beber o no en función de si lo que ha explicado lo ha vivido o no. A medida que van pasando los turnos y aumenta el alcohol, las historias se van volviendo cada vez más perversas. 

Una de las personas entrevistadas recuerda cómo toda su clase de la universidad decidió celebrar una fiesta a la casa de uno de los chicos. El grupo se congrego en un piso cutre cómo afirma la entrevistada“era el típico piso de estudiantes que estaba cutrísimo, solo entrar ya daba asco estar allí”.  Todos se pusieron  en círculo en el comedor y empezaron a jugar. La entrevistada afirmo a ver expresado su negación a jugar en varias ocasiones, sin encontrar una valvula de escape. “pero no sabía dónde meterme, no había escapatoria, todo el mundo te hacía sentir como una amargada si no entrabas al juego”. Las personas participantes empezaron a contar historias, que según ella “la mitad debían ser inventadas y muchos bebían sólo para demostrar que ellos sí que se atrevían a hacer cosas así”.  Llegó el turno de uno de los chicos residentes del piso “y se puso a contar como le excitaba enrollarse con su novia mientras jugaba a la play”. Tras culminar su anécdota bebió,provocóun montón de carcajadas de todo el mundo, siendo percibido como admirable, mientras ridiculizaba a su novia. 

Cuando le tocó el turno a la chica entrevistada,  expreso su negariva ajugar, repitiendo su postura previamente anunciada. Esta declaración fue recibida con abucheos por parte de todos, tachándola de aburrida y carca. Ella se sentía agobiada y se asfixiaba de la situación, finalmente se fue como pudo. 

Otro chico nos comparte sus propias experiencias, recordando cómo sus amigos solian jugar aa este juego y él siempre trataba de escapar constantemente. “Había una presión enorme, Como tío tenías que contar algo, lo más guarro que se te ocurriera que le habías hecho a una chica, aunque fuera todo mentira, pero que se notara que controlabas”. 

El tercer entrevistado entrevistados destacó las coacciones que existían y cómo luego quedaba el relato y la imagen sobre los chicos y chicas que participaban. “Luego la imagen que tenía todo el mundo era la de los relatos que habían contado, fueran verdad o no, pero les veías y en tu cabeza aparecían directamente estas imágenes. Ellos quedaban como unos campeones, pero ellas, me voy a ahorrar la palabra, pero ya nos entendemos…”.

Las coacciones que se han infundado en este tipo de “juegos” como este han contribuido enormemente al desarrollo de la doble moral que separa lo bueno de lo excitante, lo guay y divertido de lo que está bien. El machismo ha usado “juegos” coaccionadores como este para hacer sentir a las chicas unas inexpertas sexuales, sometiéndolas a los peores ligues despreciativos, huyendo de ser tachadas como carcas. La diversión, si llega cargada de machismo, solo divierte a los peores acosadores. 

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