Marga Gil nació el 3 de marzo de 1908, en Madrid. Esta escultora, ilustradora y poetisa perteneció a la Generación del 27.
Se la considera una niña prodigio que fue admirada en su época por la intelectualidad. Murió muy joven por lo que su polifacética obra es escasa. Sus ilustraciones inspiraron al escritor e ilustrador Antoine de Saint- Exupéry para su obra el principito. Con trece años dibujaba con maestría barroca y a los quince esculpía con la misma facilidad y técnica que un consagrado a la piedra durante años.
Gil Roësset fue una niña prodigio A los siete años ya mostraba una extraordinaria capacidad para el dibujo. Es de esta edad la obra más temprana que se conserva de ella, un cuento que escribió e ilustró para su madre. Pero este talento queda patente con la publicación en 1920 de un cuento de su hermana titulado El niño de oro, primorosamente ilustrado por ella.
En 1923, en París ambas hermanas publicaron otro cuento, Rose des Bois. Marga tenía quince años en ese momento y ya había alcanzado la maestría. Fue entonces cuando dio un giro absoluto y empezó a dedicarse a la escultura.
En 1931, concurrió a la exposición anual del Círculo de Bellas artes al Concurso Nacional de Escultura y sus libros y dibujos se expusieron en la Exposición Internacional del Libro de Arte, organizada por la Asociación Internacional del Libro de arte francés en el Petit Palais de París.
Según Nuria Capdevila-Argüelles, «su trayectoria impresiona por el cambio de género artístico (del papel, la acuarela y la tinta a la madera, la escayola y el granito) y estilo (del modernismo a la vanguardia) en un tiempo muy breve.
Desarrolló su pericia como ilustradora, usando tinta china y acuarela sobre papel. Después domina la técnica de vaciado en escayola y bronce para alcanzar a continuación una sorprendente maestría en la talla de madera, aplicando, a finales de su vida, martillo y cincel a la piedra y al granito.
Gracias a su escultura, Marga Gil, quien se instruyó por sus propios medios, fue aceptada en las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes de 1930 y de 1932. Su mejor escultura fue el busto Zenobia Camprubí. En el ámbito de la ilustración, combinaba modernismo y simbolismo e ilustraba los cuentos que escribió Consuelo Gil Roësset de Franco, su hermana. Es probablemente uno de los ejemplos más duros y singulares del expresionismo español.
Marga Gil Roësset argumentaba sobre su manera de trabajar: “Yo siempre intento operar sobre mis esculturas de dentro afuera. Es decir, trato de esculpir más las ideas que las personas. Mis trabajos, en cuanto a la forma, podrán no ser muy clásicos; pero, por lo menos, llevan el esfuerzo de querer manifestar su interior”.
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