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La más reciente publicación de la Oficina Internacional de Investigación UNICEF Innocenti, se presenta planteando al mundo que es el momento ya de elegir entre dos caminos. Hay un camino marcado por la colaboración global creciente, la innovación, conocimiento compartido, transferencia de políticas y crecimiento igualitario. Y hay otro camino que implica menos unidad y más proteccionismo, vinculado a países que afrontan individualmente los retos del cambio climático, los conflictos y la escasez de recursos. Escoger uno u otro determinará el futuro de la infancia en el mundo. 

Este informe examina cómo impactará en la infancia la fragmentación global geopolítica y económica, destacando ocho tendencias que marcarán las vidas de la infancia y la juventud en este año que acaba de comenzar, así como las directrices políticas para proteger sus derechos y bienestar en medio de tanta incertidumbre.

Los cambios geopolíticos y el riesgo de guerras; la fragmentación económica y la subida de los precios consecuencia de la pandemia del COVID-19 y la guerra entre Rusia y Ucrania; un sistema multilateral fragmentado que está fallando en temas clave para la infancia; la crisis de endeudamiento que empuja a muchos países a presupuestos de austeridad y al debilitamiento de los sistemas de protección social; la desinformación potenciada por los enormes avances tecnológicos y los elevados niveles de violencia política; la acelerada transición a las energías renovables que está remodelando los principales mercados minerales y laborales; el fenómeno climático El Niño y las enfermedades transmitidas por los mosquitos, así como la escasez de agua que amenazan la salud de la infancia; y finalmente, la preocupación ante los potenciales impactos de tecnologías sin control, conforman las ocho amenazas identificadas en este informe.

Aun con todo, la visión es esperanzadora al presentar al mismo tiempo las recomendaciones políticas y las oportunidades que ofrece un mundo en el que las posibilidades de corresponsabilidad y cooperación son prometedoras; la solidaridad económica, la colaboración entre los mercados y la inversión en futuras capacidades pueden proteger los derechos y el futuro de la infancia. Es posible reconducir el sistema actual mediante el compromiso hacia una reforma de financiación global más inclusiva. Por otro lado, el debate público puede reactivar y fortalecer la confianza en la democracia mediante la colaboración entre todos los agentes implicados, incluyendo a la juventud y garantizando la libertad de expresión y el rigor informativo. En cuanto a la transición ecológica, actuar de manera responsable, solidaria y justa beneficiará a la infancia; también la cooperación internacional en la investigación y la planificación integral puede mitigar los daños de los fenómenos climáticos en la salud y en la nutrición de la infancia. Y por último, políticas digitales proactivas centradas en la infancia han de asegurar un diseño y regulación responsables que minimicen los riesgos de las tecnologías sin control.

En 2024, el mundo debe reconocer que su destino es compartido. Se impone la cooperación para poner los intereses y las voces de la infancia en el centro de las decisiones sobre nuestro futuro común.

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