El paso de una etapa educativa a otra origina una cadena de acontecimientos que pueden ser creadores de situaciones y relaciones potentes o de malos rollos, desafíos y violencia. En lo que gusta y en lo que se elige está la cuestión.
La coacción que provoca el discurso coercitivo, es decir, la presión social que se ejerce para generar atractivo hacia personas dominantes y violentas, tiene unas repercursiones muy profundas a todas las edades, puesto que suele desembocar en relaciones insatisfactorias, llenas de engaños, presiones, desilusiones, malos rollos y hasta en actitudes de violencia y acoso entre personas.
Los chicos y chicas que están a punto de pasar de sexto de primaria al instituto viven momentos llenos de curiosidad por el cambio que simboliza y por pensar y soñar cómo será la secundaria y todo lo que vivirán. En esos momentos, es muy común, entre algunos chicos, que se den actitudes de sobreactuación, porque piensan en lo que se esperará de ellos en el instituto y parece que quieran empezar a ponerse a prueba para demostrar cómo serán más adelante.
Aparecen muchas presiones entre los chicos para que haya demostraciones de fuerza física, de atrevimiento superficial e inútil, de presión a otros compañeros y de supuesta y cutre hombría gratuita. Estas pueden hacer mella y debilitar a chicos que quieren gustar y formar parte de su grupo de compañeros y que se suman a todo ello sin ser críticos ni siendo del todo libres, siguiendo el fenómeno follower.
En cambio, los chicos que tienen actitudes de Nuevas Masculinidades Alternativas, NAM, no solo no sucumben a este tipo de presiones absurdas, sino que las pueden llegar a ridiculizar por la cobardía, la sumisión y el seguidismo que conllevan. Muestran seguridad y posicionamiento ante actitudes y comportamientos que cortan la libertad de las personas y que no resultan atractivas ni estimulantes para los chicos NAM. Prefieren y eligen otro tipo de relaciones y de diversiones, en las que las personas se impulsan a disfrutar y a pasarlo bien, sin que para ello haga falta apretar o forzar a alguien a hacer aquello que no quiere.
Y resulta ser que, a estas edades de preadolescencia y adolescencia, hay más chicos, de lo que muchas personas piensan, que son como ellos. Lo que pasa es que no tienen la necesidad de llamar la atención de manera ostentosa ni de hacerse ver porque sí. Son aquellos chicos que hacen sentir genial a sus amigos, que gustan a sus compañeras porque son seguros, se hacen valer y saben cuidar los detalles y los comentarios y, además, son capaces de hacer sentir a los demás que les ayudarán si les pasa algo.
En los momentos de ilusión y curiosidad, contar con estos chicos que no se someten, que son libres y quieren que los demás sean libres, permite poder disfrutar de los cambios importantes en la vida sin miedo y con el deseo de seguir avanzando con la fuerza y la seguridad de verse capaces de mejorar el mundo. Y eso gusta, gusta mucho.
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