Elisabetta Sirani nació en 1638, en Bolonia. Empezó a pintar siguiendo los pasos de su padre, con doce años.
El inicio de su carrera artística fue avalado por el conde Carlo Cesare Malvasia. Pocos años más tarde se convertía en pintora profesional.
Aunque poco se sabe acerca de su formación artística, es probable que fuera su propio padre quien la introdujera en el arte de la pintura. Destacan en su obra los conocimientos del claroscuro suavizado típico del barroco de la escuela boloñesa, ya que los tenía muy interiorizados.
En sus dibujos a lápiz y tinta, Sirani introducía fuertes contrastes de luces. Ejemplo de ello es su Caín matando a Abel del Castillo de Windsor.
En sus pinturas, sin embargo, Sirani fue menos personal y suavizó el claroscuro con sombras tostadas, más en consonancia con la escuela boloñesa. Por lo general, sus composiciones son de formato medio y simples en cuanto a diseño, y mantienen un tono agradable y decorativo de indudable atractivo comercial.
La presencia de Sirani en colecciones españolas parece reducirse a dos pinturas formando pareja, La Virgen y Ángel de la Anunciación, que hasta fecha reciente estaban repartidas entre el Palacio de Monterrey de Salamanca y el Palacio de Liria de Madrid.
Cuando su padre quedó incapacitado para pintar, Elisabetta se encargó de dirigir el taller familiar y de mantener a toda su familia con sus obras.
Elisabetta Sirani fue pronto reconocida por toda Europa. Obras religiosas, autorretratos y retratos de grandes personajes la encumbraron en el mundo del arte barroco. Sin embargo, la inusitada velocidad con la que ejecutaba sus cuadros puso en duda la autenticidad de muchos de ellos. Se creía que tenía ayudantes que colaboraban en la elaboración de sus obras. De hecho, Elisabetta Sirani tuvo que someterse a demostraciones en público para demostrar que era ella y nadie más la autora de sus pinturas.
Con tal sólo veintisiete años, la pintora moría de modo inesperado. En un primer momento se apuntó al envenenamiento por parte de una criada a la que su padre acusó pero quedó absuelta.
La prematura muerte de Elisabetta Sirani truncó una brillante y prometedora carrera como pintora. Gracias a su prolija producción, su corta trayectoria dejó un gran número de pinturas, dibujos y grabados.
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