En ocasiones constatamos que, en los congresos, jornadas, formaciones y/o actividades sobre violencia de género la participación de hombres no es muy elevada. A menudo ante esta realidad se suelen dar argumentos poco rigurosos como por ejemplo la falta de interés masculino hacia esta temática. Eso se agudiza en el caso de hombres jóvenes, ya que, a pesar del empuje del feminismo y la coeducación, el número de hombres de estas edades que participan en los grupos de hombres igualitarios tampoco es muy grande.
En este diario ya hemos subrayado en diferentes ocasiones que la lucha por la igualdad no ha sido una batalla de sexos donde todos los hombres han reproducido las prácticas negativas del patriarcado. Contrariamente a esta afirmación, la historia nos enseña que las conquistas por la igualdad se han producido gracias a una lucha conjunta entre hombres y mujeres. Un ejemplo lo encontramos en los primeros grupos de hombres, los cuales se hacían llamar profeministas por su implicación conjunta en las reclamaciones del movimiento feminista. Este argumento más próximo a la evidencia empírica nos acerca a uno de las explicaciones centrales que queremos señalar en este artículo: la ausencia de rigor científico y búsqueda de impacto social en las formaciones sobre violencia de género las aleja de la ciudadanía. En otras palabras, cuando cualquier persona ofrece ocurrencias o discursos ideológicos vacíos sobre un tema tan importante socialmente, ello no contribuye a que se le valore adecuadamente. La dimensión científica de las formaciones orientadas al impacto social es algo que la ciudadanía cada vez más está exigiendo y que deben considerarse también en el ámbito de la violencia de género.
La otra explicación que queremos apuntar en este artículo hace referencia a algo que la literatura científica en masculinidades y prevención de la violencia de género ya ha subrayado: la importancia de acercar la problemática al lenguaje del deseo. La investigación reporta que la existencia de una socialización en unos modelos de atractivo que construyen un discurso coercitivo que conecta atracción con violencia es clave para entender la reproducción de dicha violencia. Por otro lado, también esta teoría clarifica que la utilización de ese lenguaje del deseo en favor de una socialización preventiva donde se vacía de atractivo la violencia y se dota de deseo la bondad y la igualdad es un elemento central en toda esta temática.
Si se trabaja en esta línea, en la línea de incluir estos dos elementos en las formaciones, congresos y actividades se garantizará una mayor participación de la ciudadanía, y también de los hombres jóvenes. De hecho, esto ya está pasando en congresos como el CICFEM que se celebrara el 1 y 2 de marzo de este año en Valencia.
Director de la revista científica Masculinities and Social Change
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