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El artículo What is justice? Perspectives of victims-survivors of Gender-Based Violence, publicado en la revista científica ‘Violence Against Women’, explora cómo experimentan y perciben la justicia 251 supervivientes de diferentes formas de violencia machista con el fin de contribuir a mejorar las respuestas que reciben por parte de diferentes servicios de protección y de los sistemas judiciales y los tribunales civiles y de familias. La investigación se basa en los datos recopilados a través de entrevistas con una muestra en la que el 93% eran mujeres, el 44% tenía menos de 25 años, el 32% se identificó como perteneciente a una minoría étnica y el 5% se identificó como LGB. Asimismo, el 47% informó de problemas de salud mental, el 11% con una discapacidad física y el 5% con una discapacidad de aprendizaje.

En primer lugar, potenciar un sentimiento de ‘agencia’ surge como el primer paso crucial para que las víctimas-supervivientes puedan tener en cuenta sus propios puntos de vista y participar activamente en el proceso judicial sintiéndose escuchadas, reconocidas y apoyadas, lo que les devuelve el control sobre sus vidas. En relación con este factor, se encuentra el ‘reconocimiento’, ser creídas y que se reconozca el daño causado por quien ha perpetrado violencia contra ellas desde un enfoque de derechos en el que se les permita presentar pruebas mediante el uso de medidas especiales (por ejemplo, declarar detrás de una pantalla para no tener que enfrentarse cara a cara con el agresor) que aminoren el miedo a la intimidación. Además, para muchas de las víctimas en esta investigación, la justicia efectiva se relaciona con la ‘equidad’ en los procesos judiciales tanto formales como informales, de modo que las situaciones se juzguen no sólo por su idoneidad, sino por todo lo que impactan a nivel social los casos de violencia machista, aludiendo a la solidaridad de género y de clase y a la vulnerabilidad específica de muchas víctimas. Por otro lado, para muchas de las supervivientes entrevistadas, la justicia era algo sentido, experimentado, afectivo… más que algo que pudiera racionalizarse por completo. Por tanto, hay que tener en cuenta que la agencia, la rendición de cuentas o la restauración podrían tener una dimensión afectiva: ese sentimiento de que se está haciendo justicia.

Además, tiene que haber ‘reparación’ del daño resultante del abuso, ya sea una compensación económica, una garantía de acceso a una vivienda o recibir terapia. Por lo tanto, la reparación también implica justicia distributiva, es decir, una asignación socialmente justa de bienes y recursos, y justicia económica, es decir, el reconocimiento de la pérdida económica (vivienda, trabajo, estatus, posición en la comunidad, confianza) infligida por la experiencia de la violencia de género. Para muchas víctimas el abuso continúa tras la separación del agresor, por lo que garantizar una ‘protección contra daños futuros’ se identifica como clave en el ámbito de la justicia social, especialmente para las supervivientes que informaron tener hijos e hijas y su preocupación por cómo los perpetradores utilizaban y manipulaban el contexto de contacto con los niños y niñas en los tribunales de familia para continuar con su abuso, lo que se manifiesta como una prueba de injusticia. Las víctimas también necesitan ‘equidad en el resultado’, es decir, justicia procesal, sentencias acordes con los daños causados y que tengan en cuenta los impactos profundos y a largo plazo que la violencia de género tiene en las supervivientes. En la línea, otro factor identificado con la justicia social es la ‘transformación social’, vinculada a la protección de posibles futuras víctimas. Las supervivientes quieren vivir en un mundo, en comunidades, familias y sociedades donde no exista la violencia, lo que llevó a muchas participantes a involucrarse en organizaciones sociales y/o políticas como una forma de luchar por la justicia para otras personas, particularmente en aquellos puntos donde ellas no percibieron que no habían obtenido justicia.

Por último, el mayor grupo de respuestas correspondió a la categoría de rendición de cuentas y la ‘responsabilidad’ del agresor, identificándose subtemas como el ‘reconocimiento del daño causado por parte del perpetrador y/o de las autoridades o comunidades’; o el ‘castigo y rehabilitación’, vinculado con la respuesta social comunitaria. Asimismo, lejos de buscar ‘venganza’, se constata que las víctimas temen sufrir ‘represalias’ por parte del entorno tras haber denunciado a sus agresores; y necesitan ‘empoderamiento’ para afrontar los impactos del abuso, algo que en muchos casos se produjo cuando las víctimas se involucraron en proyectos para ayudar a otras víctimas. Para otras, escapar y sobrevivir fue suficiente para alcanzar el empoderamiento.

Estos hallazgos subrayan la necesidad de seguir trabajando centrándose en las víctimas de violencia de género para contribuir a disminuir la brecha de la justicia que perciben muchas de ellas y que las revictimiza y dificulta su paso a supervivientes.

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