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El pasado encuentro del Comité Directivo para los Derechos de la Infancia celebró su octava reunión plenaria cuya temática principal giró en torno a la importancia de abordar las necesidades específicas de las y los menores. Uno de los aspectos que más destacó en el programa de la sesión fue la presentación de la Guía para la participación de las niñas y los niños en decisiones sobre la salud.

El documento, elaborado por el Comité Directivo en colaboración con expertos en bioética, busca brindar un marco sólido a través del cual incluir la voz de la infancia en el proceso de toma de decisiones relacionadas con su salud. Un avance que reconoce la capacidad de las niñas y los niños para expresar sus opiniones y deseos, teniendo en cuenta su desarrollo cognitivo y emocional.

La participación de los niños y las niñas en decisiones sobre su salud no sólo es un derecho fundamental, sino que también contribuye positivamente a su bienestar general. En la medida que  las sociedades impulsan y proporcionan plataformas que posibilitan la participación y el acceso a las evidencias científicas a la infancia, se acercan al derecho a la igualdad de oportunidades, la inclusión y la libertad para todas ellas. 

Incluído también conocer el impacto de la violencia en la salud. La violencia, en cualquiera de sus formas, puede llegar a dejar cicatrices profundas en el bienestar físico y emocional de las niñas y los niños. Sus efectos pueden manifestarse  de formas muy diversas, afectando no sólo a la salud inmediata sino también a largo plazo. Conocer cuáles son las claves para prevenirla o revertir sus efectos será crucial para que sus trayectorias de vida se vean afectadas lo menos posible y accedan al derecho de crecer y desarrollarse plena y satisfactoriamente.

La conexión entre la participación infantil en decisiones sobre la salud y la lucha contra la violencia de la mano de las evidencias científicas no sólo es lógica sino que también es fundamental para construir sociedades más justas y equitativas. Al poner en práctica las directrices en la guía, se establece un camino hacia la construcción de comunidades que valoren y respeten los derechos de las personas menores, promoviendo un entorno saludable para su desarrollo.

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