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Ahora toca rasgarse las vestiduras porque se ha descubierto que el alumnado de 4º de ESO comete faltas de ortografía en un 90% de los casos. Chicas y chicos prontos a finalizar la enseñanza obligatoria sin saber escribir correctamente. Por añadidura, también es conocido que a la mayoría le cuesta entender lo que lee. 

Respecto de este segundo renglón, cabe especificar que sí deben de entender lo que se publica en las redes, rudimentario por lo común, pero no así artículos serios o libros, si acaso llegan a sus manos alguna vez.

Esta deficiencia, unida asimismo a las faltas de ortografía, se atribuye mayormente al abuso de los móviles. Puesto el grito en el cielo, se aboga por suprimir su presencia en las aulas, como si esta medida fuera agua bendita. Unas pocas horas de clase al día y para el resto, vía libre.

Lo más chocante, sin embargo, es que se cargue sobre niños y jóvenes la culpa de estar pendientes del móvil a todas horas. ¿Acaso tienen derecho los adultos a eximirse de tal aberración?  Por desgracia, una inmensa mayoría no tienen el más mínimo derecho a hacerlo por cuanto son ellos quienes en el transcurso del día tienen el móvil en sus manos durante horas y horas. Por cuanto, cada vez más, se ofrecen las pantallas a la chiquillería, a menudo auténticos bebés, pese al aviso de los expertos respecto del perjuicio mental y físico que eso comporta.  ¿Estos progenitores aman realmente a sus hijos?

Lo cierto es que se está creando un mundo desquiciado. Inculto, maleable e incoherente con graves consecuencias en el comportamiento de cada día, en la elección de los gobernantes, en la percepción de lo positivo y lo negativo. El historiador y escritor Yuval Noah Harari lo ha calificado con firmeza: un mundo de zombis.

 

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