El Premio Sveriges Riksbank 2023 de Ciencias Económicas, a menudo conocido como el “Nobel de la economía”, ha sido concedido a la historiadora Claudia Goldin, de la Universidad de Harvard en Cambridge, Massachusetts. Ha sido reconocida por sus importantes contribuciones a nuestra comprensión de los resultados de las mujeres en el mercado laboral, como informa Nature.
El extenso corpus de trabajo de Goldin ha arrojado luz sobre la perdurable disparidad de género en el mercado laboral, que se remonta al menos a dos siglos atrás, y ha permitido comprender por qué las mujeres siguen ganando hoy, de media, aproximadamente un 13% menos que los hombres. Aunque estas desigualdades de género están ampliamente reconocidas, plantean un enigma desafiante para los modelos económicos porque significan no sólo una injusticia potencial sino también una forma de ineficacia del mercado. Las mujeres parecen estar infrautilizadas e infraincentivadas en la mano de obra, a pesar de poseer normalmente niveles de educación más altos que los hombres en los países de renta alta.
Goldin ha abordado esta cuestión empleando un meticuloso e innovador análisis de datos históricos, combinado con teorías económicas relacionadas con la determinación de los salarios, el empleo, la discriminación y la economía política. Claudia Olivetti, economista del Dartmouth College, elogia la fuerza del trabajo de Goldin en este sentido y destaca su papel de inspiración para muchas mujeres y jóvenes investigadores, animándoles a abordar cuestiones importantes con pasión y valentía.
Las investigaciones de Goldin han echado por tierra supuestos anteriores, como la creencia de que el aumento del número de mujeres trabajadoras durante el siglo XX fue consecuencia únicamente del crecimiento económico. Mediante un examen minucioso de los registros históricos, demostró que la participación de las mujeres casadas en trabajos remunerados, como la agricultura o la fabricación textil, era significativa a finales del siglo XVIII, incluso cuando las tasas de crecimiento económico eran mucho más bajas que en la actualidad. La industrialización trastocó este patrón al hacer más difícil que las mujeres trabajaran desde casa, y su identificación de una curva en forma de U a lo largo de dos siglos en la participación laboral femenina desacreditó el vínculo simplista entre crecimiento económico y participación de la mano de obra femenina.
Además, Goldin reveló que, a pesar de la expansión de las oportunidades laborales para las mujeres en el siglo XX, éstas no se aprovecharon plenamente, debido sobre todo a las expectativas de la sociedad. Las mujeres jóvenes tendían a tomar decisiones educativas que no se ajustaban a sus perspectivas profesionales futuras, una tendencia que persistió hasta la década de 1970, cuando las mujeres empezaron a prever su potencial para trabajar más y ajustaron sus esfuerzos en consecuencia. El acceso a los anticonceptivos en la década de 1960, como demostraron Goldin y el economista Lawrence Katz, desempeñó un papel en la capacitación de las mujeres para planificar su futuro.
La diferencia salarial entre hombres y mujeres, según Goldin, tampoco está ligada únicamente al crecimiento económico. Por ejemplo, fue menor durante la revolución industrial de 1820-1850 debido al aumento de la demanda de servicios administrativos. Sin embargo, cambió poco entre 1930 y 1980 debido a las recompensas por carreras ininterrumpidas que perpetuaron la discriminación salarial. El trabajo de Goldin con Katz y la economista Marianne Bertrand en 2010 puso de relieve el papel fundamental de la paternidad en el mantenimiento de la desigualdad salarial, sobre todo a través de la pérdida de ingresos cuando las mujeres reducían su trabajo por las responsabilidades del cuidado de los hijos.
La investigación de Goldin ha disipado nociones simplistas sobre cómo han evolucionado las desigualdades de género en los mercados laborales y sus causas subyacentes. Aunque no siempre ha proporcionado recomendaciones políticas para abordar estas cuestiones, su meticuloso análisis histórico ofrece ideas sobre el probable éxito de diversas intervenciones.
Barbara Petrongolo, economista de la Universidad de Oxford, señala que Goldin lleva mucho tiempo haciendo hincapié en que las estructuras laborales de muchas profesiones no son favorables a la mujer. En respuesta, algunas empresas están adoptando ahora modalidades de trabajo flexibles y favorables a la familia, así como guarderías in situ. En estos cambios han influido tanto las iniciativas políticas como las empresas que reconocen las ventajas de atraer el talento femenino.
Sin embargo, es esencial reconocer que no todas las ideas y soluciones son de aplicación universal. Naila Kabeer, experta en estudios de género de la London School of Economics, señala que la curva en forma de U de la participación femenina en la población activa puede no ser cierta en todo el mundo. Esta suposición se basaba en la idea de que los países en desarrollo seguirían procesos similares a los de las naciones industrializadas avanzadas, pero la globalización ha permitido a algunos países pasar de la agricultura a la industrialización intensiva en mano de obra femenina a un ritmo más rápido.
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