image_pdfPDFimage_print
Las Meninas de Diego Velázquez. Museo del Prado. Wikipedia

El Barroco, siglo XVII, y la digitalización, siglo XXI. Tan distantes, tan distintos como un huevo y una castaña, en arte, en moral, en conceptos. El filósofo Norbert Bilbeny nos ofrece un interesante fresco de la época en su libro, Moral barroca.

Nos habla de las tres artes más populares durante el Barroco. La oratoria en forma de homilías, ejercicios espirituales; el teatro con el éxito de comedias, tragedias, autos sacramentales; la arquitectura con las altas cúpulas, los retablos. La primera, el arte de la declamación, ha cedido actualmente la religiosidad a los discursos políticos, a la verborrea de los tertulianos radiofónicos o televisivo. En el teatro, nadie añora los dramas litúrgicos.  En arquitectura, los retablos y las cúpulas han sido desterrados por Norman Foster y similares. 

¿Y la moral, existe alguna similitud? Aranguren, este desde el siglo XX, insistía en diferenciar entre moralista y moralizador, de manera que Gracián, con su El criticón, sería más un moralizador que un moralista. Y de aquí pasamos a Pascal y su aseveración de que “todos los males del hombre vienen de no saber estar en reposo en una habitación”. ¡Ajá, que gran mal actual el de estar necesariamente todo el día en movimiento físico o mental!… Running, conexión constante en el móvil, imágenes aceleradas en televisión. La quietud y la reflexión, posibles durante el siglo XVII, convertidas en inasequibles en el XXI. 

En cuanto a la buena o la mala suerte, el opinante barroco observaba al desarrapado y atribuía su desdicha al destino o a la voluntad divina, en tanto que el actual quiere creer que el pobre lo es por su propia culpa, sea por incapacidad o por gandulería. 

Formas de vida, de pensamiento separadas por cuatro siglos. La moral, los gustos, las necesidades, la conducta. Y el Barroco inmarcesible con sus obras de arte.

Views All Time
Views All Time
738
Views Today
Views Today
1
Secciones: portada

Si quieres, puedes escribir tu aportación