image_pdfPDFimage_print

En el artículo anterior hablamos de la valentía de Nellie Blay al introducirse, en 1887, en un manicomio haciéndose pasar por demente. El objetivo era comprobar las pésimas condiciones en que sobrevivían las y los internados, para más tarde poder denunciarlo. Un ejercicio muy arriesgado, por cuán difícil resulta demostrar la lucidez en cuanto se es etiquetada como orate. Ya sabemos que Bly finalizó con éxito un experimento que devino fructífero en cuanto a incrementar los recursos dedicados a la salud mental. 

Contaba entonces 23 años de edad, y a los 25 emprendió una nueva hazaña, esta vez de un calibre totalmente diferente. Si dos años antes Joseph Pulitzer, director del The New York World, había encargado a Bly aquella misión psiquiátrica, en 1889 abordó un propósito que cabía adjetivar de excéntrico. Pretendía que un hombre diera la vuelta al mundo en un espacio de tiempo inferior a los 80 días que Jules Verne había imaginado para su Phileas Fogg. Sin embargo, no fue un héroe quien lo llevó a cabo sino una heroína, dado que Nellie Bly reclamó este papel, siendo así que logró convencer a un Pulitzer en principio reticente.

El 14 de noviembre de aquel 1889, Bly embarcó en New Jersey hacia Londres, y 72 días después, tras haber viajado en diversos navíos y trenes intercontinentales y en un último trayecto, de San Francisco a New Jersey, coronaba una ruta de 40.700 kilómetros. Una mujer había viajado sola, derribado un cúmulo de prejuicios y alcanzado definitivamente la celebridad. 

Views All Time
Views All Time
569
Views Today
Views Today
1
Secciones: portada

Si quieres, puedes escribir tu aportación