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Ángela Figuera.

Ángela Figuera nació en Bilbao el 30 de octubre de 1902. Después de sus estudios de Bachiller, en 1925 comenzó Filosofía y Letras, en 1933 ganó la cátedra de Lengua y Literatura para Institutos de Segunda Enseñanza.

En 1948, publicó Mujer de barro, y un año después Soria pura. Se trata de una poesía simbolista que dejó paso a lo que ella llamaría «etapa preocupada», que comenzó con la publicación de su tercer libro, Vencida por el ángel, y duró dos décadas. En esta etapa, la escritora conectó con la miseria extrema, el hambre y la desolación en que los vencedores habían sumido a los vencidos. Mujer de barro y Soria pura había tenido problemas con la censura por su sensualidad y velado erotismo.

Aunque en sus comienzos se percibe el influjo de Antonio Machado y el intimismo de Juan Ramón Jiménez, en su apego a lo cotidiano y paisajístico, pronto tomó importancia en su obra una visión del mundo más comprometida. Desarrolló su etapa de poesía social junto a escritores como Gabriel Celaya y Blas de Otero, también vascos y cuyo vínculo llevó a ser llamados “El triunvirato vasco de la poesía de posguerra”.

El lenguaje que emplea la escritora es sencillo, trata siempre de que su mensaje llegue a la gente.

Ángela Figuera Aymerich es, con Carmen Conde, la más importante poeta de la segunda mitad del siglo XX. En su primer libro, Mujer de barro (1948), se trata el tema del hijo, como lo hicieran tantos poetas de la postguerra, así como el de la mujer. En el segundo, Soria pura (1949) entra en el tema del paisaje. En Vencida por el ángel (1950) aparece una poesía existencial que se centra ya en el feminismo y en el sentido social cuando publica El grito inútil (1952); en este libro se encuentran el poema antibelicista “Rebelión” y su famoso “Mujeres del mercado”, uno de los mayores ejemplos de la poesía social española de postguerra, donde el verso alejandrino permite suavizar la dureza temática.  Los días duros, que publica en 1953 (incluyendo Vencida por el ángel y Víspera de la vida, un libro inédito), insiste en la escritura de compromiso. 

La crítica ha destacado su mirada tierna sobre la realidad, pese a la crudeza de muchos de los poemas, así describía ella la vida de muchas mujeres en esos años tan duros tras el horror de una guerra civil:

Son de cal y salmuera. Viejas ya desde siempre.

Armadura oxidada con relleno de escombros.

Tienen duros los ojos como fría cellisca.

Los cabellos marchitos como hierba pisada.

Y un vinagre maligno les recorre las venas.

(Los días duros, 1953) 

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