Tras la pandemia por COVID-19, vivimos un tiempo sin precedentes en el que se han acentuado la desigualdad, la presión económica, el cambio climático, los desastres naturales, los conflictos armados o las divisiones geopolíticas. Esta situación ha conllevado impactos en el bienestar a nivel local caracterizados por la incertidumbre y el temor generalizado a la intensificación de diversas vulneralidades.
El artículo Five pillars of well-being for social work in times of local and global challenges, publicado en la revista científica ‘International Social Work’, conceptualiza cinco pilares clave a los que se debe atender desde el trabajo social para responder con éxito a estos desafíos aumentando la resiliencia individual y las fortalezas para apoyar a las demás personas.
En primer lugar, se subraya la necesidad fundamental para el bienestar de conectarse con las personas a través de relaciones significativas, un aspecto que debe ser central en el trabajo social apoyando y facilitando esas interacciones. En segundo lugar, alentar a las personas y a las comunidades a ser participantes de manera proactiva en sus destinos vitales, promoviendo propósitos, metas y aspiraciones y proporcionando apoyos para trabajar hacia el logro. En tercer lugar, empoderar a las personas vinculándolas con nuevos conocimientos, habilidades y recursos que mantengan los valores humanos y el sentido hacia propósitos más sociales. En cuarto lugar, se enfatiza que el bienestar individual depende de lo que ofrecemos a las personas de nuestro entorno y de cómo nos relacionamos con compasión y empatía, un hecho que aumenta el sentido vital cuando ofrecemos tiempo, energía, cuidado e interés a otras personas para apoyar sus causas. Por último, el trabajo social debe implicar relaciones auténticas, atención para reflexionar sobre las experiencias ajenas, una comunicación segura y la adhesión a valores y principios críticos.
