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El pasado 1 de febrero, Every woman, una coalición formada por más de 2000 activistas por los derechos de las mujeres de 128 países publicó el informe Safer now. En él, se denuncia por un lado, el aumento de la violencia contra las mujeres y las niñas en todo el mundo y por el otro, se analizan las causas de este trágico incremento.

Entre los orígenes de dicho crecimiento se destacan:

  • La ONU informó de un aumento de llamadas a líneas de ayuda contra la violencia doméstica durante la COVID-19.
  • La tecnología ha generado nuevas formas de violencia tales como la distribución, sin consentimiento, de imágenes de contenido sexual, el zoombooming o troleo (tomar el control de lo que aparece en las pantallas del público y mostrar contenidos no solicitados sobre sexualidad explícita u otros temas incómodos) o el ciberacoso.
  • El cambio climático provoca inestabilidad económica o inseguridad alimentaria. Estas consecuencias afectan a toda la población en general pero especialmente, afecta a mujeres y niñas, concretamente de poblaciones vulnerables ya que son utilizadas como moneda de cambio para que sus familias puedan sobrevivir o tener mejores ingresos.
  • Los conflictos armados desprotegen enormemente a las mujeres y las niñas no solo en las zonas de directas de guerra sino también a aquellas chicas que se han desplazado huyendo del conflicto. Se han denunciado casos de violencia y/o esclavitud sexual así como torturas en enfrentamientos armados.

En el año 1979, la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW, por sus siglas en inglés) firmó un tratado de derechos humanos a nivel mundial para mejorar la igualdad de género o las oportunidades de educación y empleo para las niñas pero en él no existe mención directa alguna sobre conceptos específicos tales como violación, agresión o violencia, así que la respuesta legal es vaga, confusa y susceptible de interpretación. Por otro lado, existen tratados regionales, efectivos únicamente a nivel local, en diversos puntos del planeta tales como la Convención de Belém do Pará, en América Latina, el Protocolo de Maputo, en África o la Convención de Estambul en Europa, pero todos ellos insuficientes puesto que dejan sin protección a gran parte de las mujeres del mundo, casi a un 75% del total de la población femenina.

Por todo ello, el informe ratifica la imperiosa necesidad de exigir un nuevo tratado integral, el Tratado de Todas las Mujeres, en el que se definan abiertamente todas las formas de violencia que existen contra las mujeres y las niñas; que aclare específicamente, en un marco legal consensuado por todos los países, qué programas de actuación deben realizarse para prevenir y eliminar las agresiones y cuáles van a ser las respuestas de los y las dirigentes políticos ante estos horrendos abusos condenando pública, legal y taxativamente, la violencia. Además, se pretende aumentar los fondos económicos así como refugio o asistencia legal para las víctimas.

Las mujeres y las niñas no pueden esperar, se necesita con urgencia, un compromiso a nivel mundial con políticas globales firmes, claramente definidas con el evidente objetivo de conseguir que las mujeres y las niñas crezcan en libertad, respetando todos sus derechos, sin excepción.

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