
Francesa, nacida en 1878 y fallecida a los 95 años de edad, Mirra Alfassa fundó en 1968 Auroville. En el sur de India, cerca de Pondicherry, ciudad donde murió en 1973 tras haber establecido tan solo cinco años antes una “ciudad de la aurora” donde mujeres y hombres de cualquier lugar del mundo pudieran vivir en paz y harmonía, al margen de creencias religiosas o políticas y sin propiedad privada.
Denominada la Madre, su desaparición dejó en la orfandad a sus seguidoras y seguidores, sin embargo, Auroville sigue en pie transcurridos 55 años desde su fundación. ¿Tal como ella propugnaba, siendo una comunidad numerosa? No exactamente según sus postulados, habida cuenta de que si bien en la ciudad no existe la propiedad muchos de sus residentes tienen propiedades en otros lugares. En cuanto al censo, sus habitantes apenas alcanzan a ser 2.000, eso sí, comprendiendo personas de más de cincuenta países, si bien la mayoría son indios.
Criaturas yendo a una escuela alternativa, multicultural, propiciando mentalidades abiertas. Actuaciones medioambientales pioneras, como la repoblación forestal más significativa de India. La comunidad afrontando a diario las taras de la especie humana: egoísmo, codicia, envidia, antagonismo.
La de Mirra Alfassa es una utopía a medio camino, pero vigente. Una semilla que persiste mientras otras muchas a lo largo de los siglos fenecieron definitivamente.
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