En China, la comunidad científica con la ciudadanía está utilizando una aplicación para monitorear la calidad del agua potable. En Kirguistán, voluntariado rastrea la contaminación del aire con sensores avanzados. Y en los Estados Unidos de América, una organización está aprovechando los mapas digitales para ayudar a revivir paisajes enfermos. El punto en común es que todos estos proyectos están dirigidos por mujeres, específicamente las receptoras de los más altos honores ambientales de las Naciones Unidas: los premios Campeones y Jóvenes Campeones de la Tierra, como publica Naciones Unidas.
Molly Burhans fundó GoodLands para ayudar a las comunidades religiosas a mapear y administrar sus propiedades de una manera que promueva el desarrollo sostenible. Burhans creó el primer mapa digital que muestra la infraestructura global de la Iglesia Católica y planea ayudar a otras grandes organizaciones religiosas a conservar y restaurar tierras estropeadas por el desarrollo. Proyectos como ese se consideran cruciales ya que la humanidad ha alterado el 75 por ciento de la superficie de la Tierra, destruyendo muchos espacios que alguna vez fueron salvajes y empujando a 1 millón de especies hacia la extinción.
Xiaoyuan Ren fundó MyH2O, una aplicación que rastrea la calidad del agua en comunidades rurales. MyH2O ayuda a los residentes a encontrar agua limpia y conecta a las comunidades con empresas privadas y organizaciones sin fines de lucro que brindan soluciones de agua portátil. Se basa en una red nacional china de voluntariado que está capacitado para probar la calidad del agua y registrar sus resultados en una plataforma interactiva.
En 2017, Nzambi Matee renunció a su trabajo como analista de datos y estableció un pequeño laboratorio en el patio trasero de su madre. Allí, comenzó a desarrollar adoquines hechos de una combinación de plástico reciclado y arena. Le tomaría años refinar su fórmula, pero eventualmente, Matee desarrolló ladrillos robustos a base de plástico que eran más baratos y fuertes que sus contrapartes de cemento. Hoy en día, dirige Gjenge Makers, una prometedora empresa keniana que suministra adoquines de plástico a escuelas de todo el país, ayudando a contrarrestar una epidemia de contaminación plástica. Alrededor de 7.000 millones de los 9.200 millones de toneladas de plástico producidas entre 1950 y 2017 se convirtieron en desechos plásticos, terminando en vertederos o vertidos.
Por su parte, Maria Kolesnikova vigila la calidad del aire de Kirguistán. La contaminación del aire es una de las mayores amenazas para la salud ambiental de nuestro tiempo, matando a unos 7 millones de personas al año. Mientras trabajaba como voluntaria en MoveGreen, una organización ambiental dirigida por jóvenes en Kirguistán, Maria Kolesnikova se preocupó por la mala calidad del aire en Bishkek, hogar de aproximadamente 1 millón de personas y una de las ciudades más contaminadas del mundo. Esto inspiró a Kolesnikova y sus colegas a desplegar sensores especiales que miden la concentración de contaminantes en el aire, incluida la pequeña partícula PM2.5 y su prima más grande, PM10. Hoy en día, MoveGreen tiene más de 100 sensores repartidos en las dos ciudades más grandes del país, Bishkek y Osh, que canalizan datos a una aplicación de teléfono inteligente.
El reconocimiento de las contribuciones de estas mujeres, entre muchas otras, contribuye a la visibilización de la importancia de los trabajos desarrollados por mujeres que están transformando el mundo.
Coordinadora del Metoo University
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