Reconfortante la imagen de dos hombres jóvenes con sendos bebes en brazos asistiendo a una reunión en un Centro de Salud. Manteniendo las criaturas amorosamente pegadas al pecho, se trataba de aprender cómo cuidar mejor, de exponer dudas, de expresar sentimientos, inseguridad, y también, goce.
Pudo verse por televisión, junto con otro episodio en el que una docena de padres se congregaban en un espacio privado en el cual exponer experiencias, miedos, expectativas. En definitiva, hablar sobre sus hijas e hijos como hasta ahora solo hacían las mujeres, proclives a expresarse en familia y entre amigas.
Se trata de perseguir la igualdad partiendo de un modelo en el que ocupaban un lugar secundario, mayormente buscado, comúnmente aceptado, cuya referencia era la de mantener su plena libertad e independencia. Y cuando de pronto aparecía un descendiente que requería cuidados y amor, que comportaba obligaciones y preocupaciones, descargar todo en la madre.
Ya son muchos los padres que relegan este modelo para inscribirse en otro en el que no se limitan a colaborar, sino que adquieren un papel activo en todo momento. El objetivo es una nueva cultura de paternidad con la cual ganan los bebés, más tarde niñas y niños, adolescentes y jóvenes. En la que también ganan las madres así como los padres, desarmando una paternidad restringida tristemente a lo largo del tiempo.
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