El debate surgido alrededor de las zonas reservadas de las discotecas tiene mucho que ver con la doble moral de los discursos que surgen sobre las relaciones afectivas y sexuales.
Como en otras épocas, los violentos con privilegios se escudan en el poder y en la popularidad para justificar y esconder las vergüenzas de la violencia y del acoso. Ya sea en un reservado de discoteca, en una fiesta privada o en cualquier lugar, la violencia de género, el acoso sexual y las violaciones son responsabilidad única y exclusiva del acosador o violador. Desde las NAM, el discurso está claro, la masculinidad dominante que ejerce violencia es la única persona responsable de los hechos.
La víctima, que ejerce su libertad de estar en los lugares que prefiera, nunca puede verse revictimizada por asistir a un evento, vestir de una determinada manera o preferir un tipo de relaciones sociales.
Bajo la mirada de culpabilización moral hacia las chicas que quieren estar en una zona reservada, en la que pueden estar invitadas o en la que desean conocer a personas populares, quiénes defiendan este discurso deben saber que, desde las evidencias científicas, está muy claro que están contribuyendo a perpetuar la violencia, la violación y el acoso sexual.
Otro tema es la elección de las relaciones que se tienen en esos espacios, si están relacionadas con la atracción a la violencia y la sumisión a un discurso coercitivo que impulsa el deseo hacia chicos violentos, o bien en otro tipo de relaciones que se basan en relaciones que aúnan amor y pasión, sea para una noche o para toda la vida, con una o más personas. Por lo tanto, poder elegir libremente facilitará establecer relaciones afectivas y sexuales del segundo tipo, bonitas, apasionadas, sin violencia.
Las chicas deben tener la libertad y la garantía de que estarán libres de acoso y de violencia, en cualquier espacio. Para ello, la investigación ha clarificado que hace falta que el entorno se convierta en un espacio libre de violencia, también las discotecas y sus reservados. De poco sirve demonizar estos espacios, desde una posición moralista y poco transformadora.
El peso del cambio reside en el apoyo y el posicionamiento de las personas que conviven en esos espacios, profesionales y clientes, que deben pasar de estar sometidas al silencio cobarde que favorece lo violento, para pasar a la valentía de la diversión fundamentada en la libertad, pero construida sobre la garantía de la violencia 0.
Una de las claves reside en el papel que ejercen los chicos, los hombres. Las nuevas masculinidades alternativas se posicionarán, buscarán la diversión alejada de la violencia y darán apoyo a las personas afectadas. No pretenderán juzgar, ni a hombres ni a mujeres, por el hecho de acudir o no a un reservado de discoteca, a la discoteca o a una fiesta privada llena de actores, actrices y cineastas. Acudir a un local no puede ser motivo de que una persona pueda ser acosada o violada. Dentro del gusto de cada cual, las nuevas masculinidades alternativas, defenderán a las víctimas, respetarán la libertad y se posicionarán en contra de la violencia en cualquier situación, con fuerza, seguridad y atractivo.
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