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En los últimos años percibimos un aumento de la confianza de las mujeres y sus entornos a denunciar o hacer públicas agresiones sexuales, acoso o violaciones. El movimiento feminista, las investigaciones de mayor rigor científico y el poder legislativo y ejecutivo en los estados dan un apoyo que nunca antes había existido. 

Dicho lo anterior, la actuación social una vez se ha roto el silencio se sigue centrando en el agresor o agresores. Disponemos de ejemplos como J. Epstein, H. Weintein, P. Domingo o, más cercano en el tiempo, D. Alves (supuesto agresor). Los medios de comunicación se encargan de manifestar cada día en torno a las denuncias o detenciones, o mientras duran los procesos judiciales, como viven, qué dicen, como sufren sus entornos, etc. Con ello están creando un acercamiento que producirá cierta empatía.

Sin embargo, de las víctimas no se explica durante esos días cómo están desarrollando secuelas que durarán años como saben muy bien desde los dispositivos sanitarios y de salud mental donde tratan cada día con ellas. Las secuelas serán físicas y psicológicas, también económicas, de muy diversa intensidad y consecuencias, en períodos diversos en sus vidas, así como lo sufrirán también sus entornos. 

La Dra Sandra Racionero ha trabajado y trabaja intensamente por mostrar  los resultados de las investigaciones que desde la neurociencia nos muestran el sufrimiento y el impacto del acoso, agresiones sexuales o maltrato en las supervivientes. Tanto como las posibilidades que tienen de revertir esos daños con un entorno de relaciones positivas y de protección. 

Si los medios de comunicación dejasen a un lado a los agresores y se centraran en las víctimas estaríamos dando pasos de gigante en la lucha de las mujeres y hombres por una vida libre de violencia.

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