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El sociólogo norteamericano Alex S. Vitale propugna en su libro El final de control policial la desaparición de la policía. Calificándola como institución violenta per se, considera que debería ser abolida para abordar los problemas de seguridad por otros medios, más efectivos y, además, menos caros. La intervención policial comporta arrestos, tribunales, encarcelamiento, con grandes sumas de dinero invertidas. A la vez, comporta que con la liberación de los penados al haber cumplido la condena la situación social no cambia ni para ellos ni para la seguridad ciudadana. Siguen siendo pobres, marginados, personas con frecuencia carentes de techo.

Proporcionar trabajo, vivienda, educación sería mucho más práctico y también más barato. Por lo demás, Vitale habla desde un país, Estados Unidos, donde la policía con frecuencia se extralimita con los detenidos, en especial si se trata de afroamericanos. En consecuencia, la solución radicaría en acabar con los motivos para delinquir, desterrando así la congénita violencia policial. El sociólogo atribuye la prostitución o el tráfico de drogues a la exclusión social, crímenes que los métodos policiales, como es evidente, no extirpan. Viviendo asimismo en un país donde el dispendio militar es descomunal, denuncia que invertir en armas impide hacerlo en justicia social.

Integral utopía en nuestro siglo XXI, pero necesaria para poner ante los ojos el gran error de recurrir a la violencia como antídoto de la inseguridad en ciudades y pueblos. A lo largo del tiempo, antiguas utopías han dejado de serlo. Alguien debió exponerlas, hasta que, más tarde, el paso de los años las convirtió en realidad.

 

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