La preocupación de la comunidad científica internacional por la extensión y persistencia de mitos sobre la ciencia es cada vez mayor. Estos mitos a menudo surgen de la difusión parcial o engañosa sobre un hecho científico y prosperan y se instauran en el imaginario de la ciudadanía apoyados por deseos o ansiedades comúnmente humanas, como puede ser el miedo a la muerte. Estas ilusiones pueden dañar enormemente a muchas personas, por ejemplo, empujándolas a buscar tratamientos médicos innecesarios o a gastar grandes cantidades de dinero en productos no contrastados. Además, los mitos sobre la ciencia pueden incluso frenar investigaciones prometedoras al distraer los objetivos de los investigadores e investigadoras o monopolizar la financiación.
El artículo The science myths that will not die, publicado en la prestigiosa revista científica ‘Nature’, aborda algunas de estas creencias falsas que más daño están produciendo a millones de personas en el mundo al tiempo que suponen barreras para el avance de la ciencia.
Mito 1: Las pruebas de detección salvan vidas para todos los tipos de cáncer. Las pruebas periódicas pueden beneficiar a algunos grupos de riesgo en tipos de cáncer de pulmón, de cuello uterino o de colon, pero no funciona de esta forma para otros tipos de cáncer y en muchos casos, la detección temprana conlleva tratamientos agresivos con efectos negativos para la salud evidenciándose que los beneficios no superan los riesgos de ciertos tratamientos innecesarios.
Mito 2: Los antioxidantes son buenos y los radicales libres son malos. Actualmente existe consenso científico acerca de que los radicales libres pueden causar daño celular, aunque esto parece ser parte de una reacción normal del cuerpo al estrés negativo. Las razones por las que sigue persistiendo la idea de vincular oxidación con envejecimiento es el negocio masivo a nivel mundial que se ha creado en torno a los antioxidantes a través de la venta de multitud de alimentos y bebidas.
Mito 3: El cerebro humano es excepcionalmente grande. El mito de que nuestro cerebro es único ha perjudicado enormemente al campo de la neurociencia, ya que ha hecho que se avance más lentamente en la investigación de otras posibles diferencias más allá del tamaño, como el metabolismo energético, las tasas de desarrollo de las células cerebrales, la conectividad de largo alcance de las neuronas o los patrones de cableado de la función cerebral.
Mito 4: Las personas aprenden mejor cuando se les enseña a través de su estilo de aprendizaje preferido. Lo que preferimos o lo que más nos gusta no es siempre lo más adecuado y beneficioso para nuestra salud o nuestro aprendizaje. La ciencia ha refutado este mito demostrando la falta de rigurosidad científica de los estudios a favor de los estilos de aprendizaje y los resultados de las investigaciones más rigurosas sobre este tema demuestran que, en el mejor de los casos, poner en práctica estilos de aprendizaje no tenía ningún efecto beneficioso sobre el aprendizaje del alumnado. Esto no ha conseguido frenar que la industria lucrativa siga produciendo libros, pruebas y materiales a la venta para unos 71 supuestos estilos de aprendizaje.
Mito 5: La población humana está creciendo exponencialmente, lo que condena a la humanidad. Este mito sobre la superpoblación comenzó con el reverendo Thomas Malthius en 1798, quien predijo que el crecimiento sin control conduciría a la hambruna y la pobreza. La realidad es que la población humana ni ha crecido ni está creciendo exponencialmente y que la tasa de producción mundial de alimentos supera en gran medida el crecimiento de la población que, por otra parte, es la mitad de la tasa que antes de los años 60. Este mito aleja se utiliza a menudo como excusa para no prestar atención a la situación real: el hecho de que las causas del hambre, la desnutrición y la pobreza se sitúa en la distribución injusta y en la falta de equidad.
Como vemos, algunos mitos muy peligrosos afectan a la salud y a la educación de muchas personas y existen intereses para que persistan con el objetivo de ganar dinero con ello. Aquí, ‘Nature’ analiza cinco mitos que persisten a lo largo de los años en un nuevo impulso para desacreditarlos y tratar de evitar que surjan nuevos. Afortunadamente, en educación y género contamos con plataformas ciudadanas como Adhyayana o Sappho que nos ayudan a diferenciar evidencias científicas de bulos sin contrastar.
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