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Muy preocupado por contribuir a superar la violencia de género aisladora, quería entender por qué la gente no actúa cuando observa un caso de violencia y en algunas ocasiones prefiere mirar hacia otro lado. Así fue como, con la ayuda de su tutora decidió profundizar a partir de las evidencias científicas de impacto a nivel internacional para poder obtener claves que superen la no intervención por un posicionamiento activo.

Después de un curso intenso de trabajo, de análisis de la literatura científica, como de trabajo de campo, obtuvo algunos resultados relevantes que le proporcionaban claves para trasladar la investigación en distintos contextos. Pero, evidencias en mano, el tribunal que tenía que evaluar el trabajo, sin ninguna trayectoria ni currículum sobre el tema, decidió machacar el proyecto con justificaciones sin argumentos. El mensaje era bastante claro, este tema es mejor evitarlo, si no acabas mal.

Lo que no imaginaban es que el investigador y su tutora no se rendirían y harían lo que fuera necesario para que el trabajo fuese reconocido por sus méritos y no por motivaciones de fondo. Y así fue como después de dos intentos fallidos por parte del tribunal, las evidencias y la valentía ganaron a la censura y la cobardía y el proyecto obtuvo la mejor calificación, permitiendo así abrir espacios en los que no se permita más la violencia de género aisladora.

 

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