
Esta sufragista y científica amateur nació en Manchester, el 24 de febrero de 1827, y se educó en casa, como muchas niñas de la época. Desde muy pequeña manifestó el deseo de saber, de modo que estudió, de forma autodidacta, Botánica y Astronomía.
Lydia Becker es una de un grupo de mujeres del siglo XIX que contribuyeron, a menudo de manera rutinaria, al trabajo científico de Darwin.
Le envió una serie de muestras de plantas a Darwin y una copia de su libro Botánica para novicios (1864).
También fue reconocida por sus propias contribuciones científicas, recibió un premio nacional en la década de 1860 por una colección de plantas secas preparadas con un método que ella había ideado para que conservaran sus colores originales.
Lydia Becker tenía un interés particular en las plantas bisexuales y hermafroditas que, tal vez, le ofrecieron una poderosa evidencia «natural» de un orden sexual y social radical y alternativo.
Llevada por su ansia de saber y su interés en participar en el ambiente científico de la época, en 1864 se afilió a la British association for the Advancement of Science una de las pocas asociaciones que admitía mujeres en el siglo XIX.
Una de los objetivos de la asociación era establecer puentes entre científicos y el público general.
Sus reuniones duraban varios días y se celebraban en diferentes localidades a lo largo del año. Incluían una gran variedad de eventos: conferencias, conversaciones, excursiones, y sesiones paralelas. Lydia Becker asistía a esos encuentros con regularidad y lo hizo de forma continuada hasta 1889, pues de esa forma podía unirse con otros aficionados a la ciencia y tener acceso a los descubrimientos científicos que se realizaban.
Además, Lydia Becker ha pasado a la historia, principalmente, por haber sido una de las sufragistas británicas más importantes
Se dedicó con denuedo a promover y mejorar la educación de las chicas, haciendo especial hincapié en la enseñanza de las ciencias.
Lydia Becker difería de muchas de las primeras feministas en su disputa sobre la feminidad esencializada. Argumentaba que no había una diferencia natural entre el intelecto de hombres y mujeres, Becker fue un firme defensor de un sistema educativo sin género en Gran Bretaña.
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