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Ni escenas de adulterio ni homosexualidad explícita en una película de hace 55 años. En “Reflejos en un ojo dorado”, John Huston se cuida muy mucho de no evidenciar las relaciones extra matrimoniales de los personajes interpretados por Elizabeth Taylor y Brian Keith. Un paseo a caballo, un descabalgar, unos altos matojos y la desaparición de la pareja al hundirse tras ellos. Único y púdico síntoma del mutuo adulterio.

Mayor disimulo todavía respeto de la homosexualidad del comandante al que da vida un extraordinario Marlon Brando. ¿Cómo hubiera sido admisible que la varonía en el ejército de los Estados Unidos fuera puesta en entredicho? El militar ronda una y otra vez cerca del cuartel de los soldados, recoge la cajetilla de tabaco vacía que uno de ellos ha echado al suelo, la aplana cual fetiche sentado a la mesa de su despacho, la introduce en una caja en la que guarda otros objetos a los que acaricia, entre ellos una fotografía masculina apenas mostrada por la cámara.

Todo encubierto en un film de 1967, ejemplificador de una época en que la hipocresía abarcaba tanto la elusión del adulterio manifiesto como la inaceptable existencia de los gays y lesbianas. Negación aún más angustiosa, terrible para este colectivo. Mejor ignorado que vilipendiado, perseguido, encarcelado. El gran John Huston realizó una excelente película con la cual, obligado o tal vez por propia convicción, plasmó para la historia la dolorosa imagen de una espantosa represión. 

 

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