Ida Laura Reyer nació el 14 de octubre de 1797. Fue exploradora y escritora de viajes.
En su primera infancia y hasta los nueve años, momento en el que murió su padre, Ida recibió una educación igual que la de sus siete hermanos varones.
Ha pasado a la historia por haber traspasado las fronteras de su país para aventurarse al descubrimiento del mundo, pero también por haberlo hecho en un momento de la vida alejado de la juventud y del vigor que se le presupone.
Hace casi dos siglos, en una época en la cual el papel de la mujer estaba muy alejado de estas acciones, momento en el que se embarcó en una aventura que jamás dejaría hasta su muerte.
En 1831 su madre murió y recibió una herencia que, a pesar de no ser muy abundante, pero contribuiría a que pudiese empezar a realizar su sueño: viajar.
A pesar de empezar tardíamente, inició en 1846 su primer viaje alrededor del mundo y visitó parte de Sudamérica (Brasil, Ecuador y Chile), de Asia Oriental (China e India), de Asia Menor (Mesopotamia, Persia y las ruinas de Babilonia y Nínive) y de la Europa Oriental hasta Grecia. Desde allí marchó hacia Austria para completar su primera vuelta al mundo allá por finales de 1848.
De este viaje nació un libro de viajes en alemán llamado El viaje de una mujer alrededor del mundo, que se convertiría en todo un éxito editorial por haber logrado refrescar la literatura de viajes del momento con su espíritu intrépido y a partir de una observación audaz.
Fue traducido a varios idiomas.
Las ganancias conseguidas con la publicación le permitirían embarcarse en otro gran viaje en 1851.
Este segundo periplo por el mundo le permitió visitar una parte del continente africano, Sudáfrica, las islas de Borneo y Sumatra, Australia, Norteamérica y Perú.
Volvió a Austria en 1954. De esta segunda vuelta al mundo surgió Mi segundo viaje alrededor del mundo, que acumuló críticas muy positivas y que la convirtieron en referente de la literatura de viajes del siglo XIX.
Su último viaje fue a Madagascar en 1857. Se cree que fue allí donde contrajo la malaria.
A pesar de volver a Austria y tener acceso a mejores hospitales, terminó pereciendo a causa de dicha enfermedad.
Fue capaz de romper mitos, de viajar en condiciones extremas y sola en un mundo que no estaba acostumbrado a encontrarse con mujeres viajeras.
Rompió las cadenas que la habían atormentado tantos años y recobró la energía para cumplir sus sueños de juventud y conocer gran parte del mundo.
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