Un mal hábito es no escuchar las voces de las implicadas, y aún peor, comunicar públicamente sin su permiso una comunicación privada. Ante el revuelo suscitado por el comunicado de la RFEF sobre el reclamo efectuado por 15 jugadoras de la selección española de fútbol, las valoraciones realizadas en diferentes medios, e incluso por parte de ciertos analistas son un ejemplo gráfico del todavía machismo existente. Ante tal tergiversación, las propias jugadoras han publicado mediante sus redes sociales un comunicado para que se acceda a su voz directamente.
En su comunicado clarifican que la comunicación era privada con la RFEF y lamentan que hayan hecho público el estado de salud en la que se encuentran, además de subrayar que no renuncian a la selección española, ni a su compromiso, pero que requieren una apuesta realmente profesionalizadora, con el equipo que son, de máximo nivel como se ha demostrado en los resultados. El comunicado es propositivo y abierto al diálogo, en ningún caso como se ha señalado en otros medios, exigente y subido.
La pregunta sería, si hubiera sido el equipo masculino, ¿las reacciones hubieran sido las mismas? En todo caso, la RFEF en lugar de «señalarlas» ¿no debería haberse preocupado ante la solicitud de 15 jugadoras de su selección por situaciones que están perjudicando su salud? ¿Investigar las razones? ¿Dialogar con ellas? La institución debe velar por el bienestar de sus jugadoras e ir a fondo de la cuestión, en lugar, de intentar «dar un reprimeda pública» más propio del siglo pasado.
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