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Photo by Tim Gouw on Unsplash

Empezaban con toda la ilusión del mundo. Universidad nueva, amistades nuevas, ciudad nueva, profesorado nuevo. Una alegría descubrir conjuntamente lo que aprenderían durante aquel año y medio de máster. El primer día estaban citadas a una reunión de presentación con todo el profesorado y todo el alumnado. Se trataba de un encuentro previo con piscolabis para hacer una primera toma de contactos y dar la bienvenida.

Todo estaba dispuesto perfectamente, mesas en posición de círculo para vernos, espacio para el piscolabis. Junto a las dos estudiantes, se sentó deprisa el alumno que les iba a hacer el curso imposible; a  su derecha, una de las profesoras. Un profesor se alzó ante todos y empezó a repartir una copia de uno de sus últimos artículos publicados. Mientras lo daba, se acercaba a hacer comentarios a cada una de las personas a quienes se lo ofrecía. Cuando llegó al sitio de las dos estudiantes, se inclinó acercándose y les dijo “¿vosotras sois profesoras o alumnas? Es que hoy en día hay algunas profesoras jovencísimas y me confundo.” La profesora de la derecha estaba incómoda haciendo una media sonrisa de circunstancia mientras las dos alumnas se quedaron muy sorprendidas con la actitud de aquel profesor extraño.

Meses más tarde, cuando decidieron acabar con el agobio del acoso que estaban recibiendo por parte del alumno, se enteraron de que aquel profesor era el acosador más reincidente en las universidades españolas. Afortunadamente este primer día también conocieron al profesor y la profesora que las ayudarían a salir de esta situación y pasar de víctimas a supervivientes.

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