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Recientemente se habla del concepto “renuncia silenciosa” que se refiere al hecho de ir renunciando a tareas asignadas de más en el espacio de trabajo, como una reivindicación al tiempo personal. Pero ya están saliendo voces contrarias que apuntan que la “renuncia silenciosa” puede ser una vía buena para las personas que no quieran trabajar de más o entregarse más al trabajo pero que no soluciona en ningún caso situaciones de explotación laboral, discriminación ni mucho menos cuestiones como el acoso sexual en el lugar de trabajo.

Si alguien experimenta acoso, discriminación o agresiones en el trabajo, el simple hecho de trabajar menos no le alejará de esas dinámicas tóxicas. El 42% de las mujeres experimentan discriminación de género, el 38% acoso sexual y el 31% agresiones en el lugar de trabajo. Y estos porcentajes son significativamente mayores para las mujeres de color, las mujeres LGBTQ+ y las mujeres con discapacidad.

En distintas plataformas ya se recogen las voces de las mujeres que se están quejando sobre esta nueva moda. Dado que, según apunta Forbes las mujeres ganan un 17% menos de media que los hombres, tienen un 45% menos de ahorros financieros y mayores costes de cuidado, ya que el 80% de personas progenitoras  son madres. Con estas diferencias económicas, el impacto de la pérdida de empleo para las mujeres puede ser aún más catastrófico. A menudo no pueden permitirse el lujo de perder un trabajo por no rendir más de la cuenta, especialmente con las discrepancias mencionadas en los estándares de rendimiento.

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