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Resulta que, al hablar de avances hacia la igualdad siempre se trata de que las mujeres imitan a los hombres, no a la inversa. Es muy vistoso que ellas se hagan militares, se hagan futbolistas, pero no ocurre que ellos se ocupen más de los cuidados de personas y del hogar, o más sencillo, se aficionen a la lectura hasta alcanzar los niveles lectores de las mujeres. La flecha siempre va en una dirección, no al contrario. Hay soldados femeninos e incluso ministras de defensa (eufemismo de guerra), hay equipos femeninos de futbolistas que obtienen grandes éxitos, muy celebrado todo ello.

A su vez, tales innovaciones tenidas como progresos igualitarios conllevan cambios en la cosmovisión y en los mass media. Que las mujeres se agreguen al uso de armas bélicas hace que la guerra aparezca aún más como algo normal e inevitable. Que las mujeres ganen partidos de fútbol al estilo de los hombres hace que este deporte ocupe aún más espacio en la prensa, la radio y la televisión.

El deporte rey, como ha sido adjetivado, se ha engrandecido con la presencia de mujeres exitosas dando puntapiés al balón. Ellas ya contribuyen a que las retransmisiones de fútbol se antepongan a cualquier programación radiofónica o televisiva, con una total falta de respeto hacia la audiencia no futbolera. Comprobado está que llegan a desplazar incluso a los telenoticias, que ya es decir.

La compra/venta de jugadoras al estilo de los jugadores de elite se halla a las puertas. El tan útil “pan y fútbol” ya aumenta la ebullición

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