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Aunque había lanzado indirectas, no se había atrevido a proponer citas porque tenía claro que ninguna de ellas sentía el más mínimo atractivo por él. Cuando las atacaron por primera vez masivamente por defender a las víctimas, las vio débiles, necesitadas de apoyo y creyó que había llegado su ocasión. Lo intentó con cuatro y fueron cuatro las veces que recibió un no. Era uno de esos chicos que ven demasiado atractivas para ellos a quienes no quieren nada con ellos y como poco atractivas a quienes dicen que sí.

Cuando llegó el segundo ataque masivo, el más cruel, no lo dudó ni un momento, se lanzó a difundir los ataques. No logró lo que pretendía, ni tener una cita con ellas ni destrozarlas por no haber aceptado. Sus mismos ataques fomentaron todavía más solidaridad y prestigio internacional de quienes estaban transformando las universidades para hacerlas menos acosadoras y, lejos de quedarse en víctimas derrotadas, habían conseguido ser supervivientes con éxito.

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