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La Convención Constitucional de Chile, después de un año de trabajo, ha entregado al presidente Gabriel Boric el texto de una nueva Carta Magna que será votada el próximo 4 de septiembre. Ciudadanas y ciudadanos con derecho a voto deberán ejercerlo por obligación, y determinar si aprueban o no unos cambios sustanciales. 

La actual Constitución data del año 1980, bajo el mandato de Augusto Pinochet, y la propuesta actual representa un revulsivo contundente. En derechos sociales, en medio ambiente e, indefectiblemente, en materia de género. Responsabilidad compartida en los cuidados y respeto hacia las diversas identidades de género. En cuanto a los organismos estatales, se establece la paridad en las empresas públicas, municipios y gobiernos regionales, con la particularidad de que en caso de una composición impar las mujeres tendrán que ser mayoría. Disposición que no ha caído del cielo sino fruto de que en este proceso constituyente siempre ha existido la paridad, sucediendo además que la presidencia de las comisiones ha recaído en mujeres. En palabras llanas, cabe reconocer que la vuelta a la tortilla está siendo concluyente.

 

Un cambio que dio comienzo en 2006, cuando Michelle Bachelet alcanzó la presidencia del país, época en que una parte de la opinión pública consideraba que Chile no estaba preparado para tener una mujer al frente del Estado. Concluido su mandato de cuatro años y reelegida en 2014, las mentes han tenido que abrirse a la realidad. El próximo mes de septiembre se confirmará, o no, el decisivo avance democrático chileno.

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