
Entre las asimilaciones nefastas se encuentran las de inmigrantes y delito, jóvenes y violencia. Prejuicios instalados en muchas mentalidades, peligrosos per se, como todo prejuicio. Unos pocos jóvenes camorristas actúan y aparecen en los medios de comunicación, mientras que la mayoritaria juventud no violenta permanece invisibilizada.
A menudo se justifican las acciones violentas como contestación a la violencia del poder, porque es cierto que al aparato del Estado le es más fácil responder a las protestas con la fuerza que hacerlo con la concordia. Por lo demás, la posición no violenta de la mayoría de los jóvenes no implica no hacer nada contra la injusticia, la desigualdad o la incompetencia de los gobernantes. La indignación se puede gestionar al margen de la violencia, sea desde los sindicatos, el voluntariado, formaciones políticas renovadoras.
Sin dejar de advertir, ateniéndonos a la conocida máxima de Nelson Mandela, que “la mujer excepcionalmente utiliza la fuerza y el hombre solo excepcionalmente no la utiliza.” Menos pendenciaras ellas, pues, más inteligentes.
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