Gino Bartali fue un ciclista italiano, profesional entre los años 1935 y 1954, ganador dos veces del Tour de Francia y tres veces del Giro de Italia; es decir, varias veces campeón de las mejores carreras ciclistas del mundo. Además, la rivalidad que mantuvo con su compatriota Fausto Coppi es uno de los episodios más recordados en la historia del ciclismo. No en vano, ambos se encuentran entre los mejores ciclistas de la historia, como lo certifica el tercer lugar de Coppi y el sexto de Bartali en el Salón de la Fama del Ciclismo. Sin embargo, la figura de Bartali tomó una nueva dimensión tras su muerte en el año 2000, puesto que al poco tiempo se descubrieron unos documentos que demostraron su participación en una red clandestina que salvó de los campos de concentración alemanes a unas 800 personas judías. Él nunca dijo nada.
Vale la pena recuperar algunos detalles de la historia de este personaje porque, al confrontarlos con situaciones equiparables protagonizadas por otras personas, nos permiten ahondar en los valores y características de las NAM.
Así pues, cabe señalar en primer lugar que Bartali era abiertamente católico y que el régimen de Mussolini quiso aprovechar esta circunstancia y su victoria en el Tour de 1938 para convertirlo en ídolo y ejemplo de que la raza italiana también era superior. La II Guerra Mundial truncó su ya triunfal carrera ciclista y la de un Coppi que empezaba a despuntar, pero su rivalidad alcanzó las cotas más altas en la convulsa Italia de la posguerra, especialmente cuando el segundo se declaró abiertamente agnóstico en 1952. Siendo tan diferentes en lo religioso y en lo político, e incluso en aspectos relacionados con la práctica deportiva (mientras Coppi cuidaba todos los aspectos que podían influir en su rendimiento de acuerdo con los parámetros de un nuevo ciclismo que se estaba imponiendo, Bartali fumaba y bebía vino al finalizar las etapas, algo habitual entre los ciclistas de su generación) y a pesar de que su caso levantaba pasiones en una Italia convulsa y muy polarizada, lo que prevaleció entre ellos fue una amistad que perduró siempre. De hecho, tras su retirada como ciclista, Bartali contribuyó a agrandar el palmarés de Coppi y a que superara el suyo propio siendo su director deportivo.
El otro aspecto que cabe resaltar en Bartali está relacionado con su silencio, que mantuvo hasta la muerte, sobre su participación en la red clandestina. En su momento, utilizó su fama e influencia en la Italia fascista para poder transportar documentos que salvarían a cientos de personas judías escondidos en su bicicleta. Posteriormente, a pesar de que durante décadas sobrevoló sobre él la fama de ciclista amigo del régimen fascista, guardó el secreto hasta su muerte.
Estos episodios nos revelan valores NAM como la amistad, la solidaridad, la generosidad o la valentía y nos demuestran que son tan transversales como lo son las NAM, que no están ligadas a ninguna opción religiosa, política o social. Sirva de ejemplo la respuesta de Luigi Bartali, hijo de Gino, cuando fue preguntado por si lo que hizo su padre tenía que ver su fe: “¿La fe católica? No, fue una cuestión de humanidad”.
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