Las mujeres que viven en entornos vulnerables tienen una tendencia más elevada a sufrir problemas mentales como ansiedad y depresión durante el embarazo y el primer año después del parto. Según The Conversation, la prevalencia se estima en casi un 20%. Si no se tratan, estos trastornos causan un profundo sufrimiento y tienen repercusiones incapacitantes en la generación de ingresos, la prestación de cuidados y la búsqueda de salud.
La agencia estadounidense de desarrollo, USAID Momentum, ha publicado recientemente un análisis del panorama de la salud mental materna en los países de ingresos bajos y medios. El estudio describe los determinantes sociales de la mala salud mental durante el embarazo y después del parto. Entre ellos figuran la pobreza, la desigualdad de género y diversas formas de violencia.
Las condiciones de salud mental materna son un reflejo de los factores sociales y económicos perjudiciales que afectan a las mujeres. Además, una mala salud mental materna puede repercutir en el desarrollo físico, emocional y neurológico de los recién nacidos y los niños. En Sudáfrica, muchas mujeres están expuestas a estos factores de riesgo. La prevalencia de la depresión y la ansiedad durante el embarazo y en el año posterior al parto oscila entre el 16% y el 47%. Alrededor del 10% de las mujeres durante este periodo corren un alto riesgo de suicidio. La mayoría de estas mujeres no reciben la atención sanitaria y el apoyo que necesitan. La pandemia de COVID-19 ha empeorado aún más la situación. Han aumentado los niveles de inseguridad alimentaria, el aislamiento social y la violencia de género.
Los datos evidencian la necesidad de brindar a las mujeres, especialmente a aquellas de entornos vulnerables los apoyos necesarios para que puedan prevenir y recuperarse de problemas mentales durante la maternidad y así cuidar a su vez de dar las mejores opciones a las criaturas.
Coordinadora del Metoo University