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Entre los ya más de 8 millones de visitas procedentes de más de 100 países y de diferentes edades y condiciones, la mayor participación es de las más jóvenes. Señalo a continuación tres de las causas de ese éxito:

  1. Bondad igualitaria y democrática en lugar de maldad machista y antidemocrática. Quienes nacimos después de la caída del muro nos encontramos con que había feministas que tenían de referentes a quienes defendían la pederastia (Beauvoir), proponían la despenalización de la violación (Foucault) o justificaban a exterminadores nazis (Arendt). Las jóvenes que deseamos relaciones igualitarias, democráticas y no machistas no podemos identificarnos con ese “feminismo” que no es nada feminista. Las muchas y muy diversas feministas que salen como referentes en DF son consecuentemente en su obra y en su vida igualitarias, democráticas y no machistas. 
  2. Verdad en lugar de falsedad. El feminismo que más visibilizaban los medios durante nuestra primera adolescencia estaba lleno de bulos contrarios a las evidencias científicas internacionales que pudimos descubrir con las enormes posibilidades que nos ha abierto el mundo online que ya dominamos. Falsedades como que el amor mata, que todos los hombres son potencialmente agresores y muchas otras sabemos que no solo son tan contrarias a la verdad como afirmar que la tierra es plana, sino que fomentan la violencia de género en lugar de superarla. Todavía oímos continuamente que no se puede ser feminista si no se es de izquierdas, pero tenemos múltiples evidencias de que feministas de centro y de derecha también promovieron el voto de las mujeres y en los acosos sexuales siempre hay hombres y mujeres de diversas ideologías a favor del acosador y mujeres y hombres de diversas ideologías a favor de la víctima. 
  3. Belleza en lugar de fealdad. Durante nuestra adolescencia nos rebelamos contra el modelo estético que querían imponernos desde la publicidad. También nos rebelamos contra el modelo estético que querían imponernos algunas que se autodenominaban feministas y veíamos fealdad en su forma de expresión del cuerpo, de vestir, en las palabras y frases que utilizaban y, lo que más nos repelía, en el tipo de relaciones afectivo-sexuales que querían obligarnos a tener. Cuando muchas jóvenes dicen “yo quiero igualdad, pero no soy feminista” son en realidad feministas, pero rechazan la fealdad que quieren imponerles para poder llevar esa etiqueta. Las jóvenes consideramos que feminismo es libertad, que nadie nos imponga nuestra forma de vivir y queremos llevar vidas llenas de belleza en nuestros cuerpos, nuestras ropas, nuestras palabras y nuestras relaciones. 
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