La palabra ‘neuromito’ es un concepto utilizado originalmente para designar en el contexto médico aquellas ideas no científicas sobre el cerebro. Sin embargo, en 2002 la OCDE redefinió el término incluyendo aquellas ideas erróneas generadas por malentendidos, lecturas equivocadas o citas incorrectas e imprecisas de hechos científicamente establecidos para argumentar su uso en la educación o en otros contextos.
Ya sabemos que implementar en el aula prácticas no contrastadas científicamente provoca efectos adversos en el aprendizaje y en el desarrollo y aumenta las desigualdades educativas, por lo que en la sección de ‘Evidencias’ de esta revista hemos abordado en varias ocasiones estudios sobre pseudoteorías y neuromitos y pseudociencias; además de facilitar el acceso a plataformas de participación ciudadana que, como es el caso de ‘Adhyayaya. Scientific Evidence Platform Education’, permite a profesorado y familias consultar e identificar evidencias y bulos que se extienden en contextos escolares.
En esta ocasión, el artículo Learning styles and teacher training: are we perpetuating neuromyths?, publicado en la revista científica de Oxford Academic ‘ELT Journal’, se ocupa de analizar la formación docente que perpetúa en la práctica educativa los estilos de aprendizaje, uno de los neuromitos más comunes e influyentes en las creencias de una parte del profesorado y su impacto a partir de tres líneas de investigación: si el profesorado de idiomas es capaz de reconocer neuromitos a partir de una serie de afirmaciones sobre el cerebro, la prevalencia de su creencia en estos neuromitos y si esta está determinada por la influencia de la formación permanente recibida y de qué manera. La primera parte de la encuesta recogió información acerca del tipo de cursos de formación permanente recibida. La segunda parte presentaba afirmaciones sobre el aprendizaje y el cerebro para identificar la creencia en el neuromito de los estilos de aprendizaje. Las partes 3 y 4 de la encuesta se destinaron a recoger datos a través de preguntas abiertas acerca de si alguna de las afirmaciones (neuromitos) de la parte anterior estaba incluida en alguno de los cursos de formación permanente a los que habían asistido y la naturaleza de su aportación (conferencias, recursos para su lectura, seminarios, etc.). Las partes finales, también de respuesta abierta, 5 y 6 se centraron en la influencia de estos cursos de formación en las creencias del profesorado.
Los resultados del estudio permiten extraer tres conclusiones principales. En primer lugar, que al igual que el profesorado de Primaria y de Secundaria, los y las docentes que se dedican a la enseñanza de idiomas mantienen también creencias neuromíticas y creen específicamente el bulo de que incluir los estilos de aprendizaje en su práctica de aula es beneficioso. En segundo lugar, un alto porcentaje (91%) considera que sus creencias en los neuromitos y la enseñanza que posteriormente ejercen en las aulas se encuentran altamente influenciadas por los cursos de formación docente a los que asisten. Por último, también se identifica que el profesorado recibe muchísima información sobre neuromitos fuera de la formación docente a través de diversidad de fuentes no fiables.
A partir de estos resultados, las autoras realizan las siguientes recomendaciones: (1) Eliminar de la formación docente toda referencia a los supuestos beneficios de la enseñanza basada en estilos de aprendizaje y otros neuromitos. (2) Fundamentar la formación docente en prácticas, actuaciones o conocimientos cuya eficacia haya sido demostrada y consolidada a través de la investigación científica. (3) Potenciar debates e información abierta y directa dirigida al profesorado y sobre neuromitos, ya que el actual interés mayoritario en la neurociencia está conduciendo a una receptividad mayor a las falsas creencias. (4) Por último, se necesita una mayor fluidez entre las ciencias fomentando la interdisciplinariedad y la comunicación, en este caso, entre los campos que se ocupan de la ciencia del cerebro y la educación en general. Esto incluye facilitar al alumnado desde las universidades el acceso a revistas científicas, a las fuentes originales del conocimiento, en lugar de depender de información de segunda mano que resulta como vemos, muy a menudo, engañosa y perjudicial.
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