Todas las violaciones son perversas, pero la proveniente de un niño de 13 resulta, además, increíble. Ocurrió el pasado mes de abril en Tarragona, de madrugada, cuando un chiquillo de solo 13 años instó a una niña de 15 a que le hiciera una felación, a lo cual ella se negó. En consecuencia, la golpeó y finalmente la violó. Así lo declaró la víctima en comisaría acompañada de su padre, de forma que los Mossos d’Esquadra están investigando los hechos. Dado que el agresor es menor de edad, no se le puede imputar un delito penal. Impactado sí quedará, es de suponer, por muy sinvergüenza que sea. Aunque mucho más impactada quedará la niña.
¿Cómo explicarnos semejante conducta por parte de ese niño? ¿Tan desorbitada tiene la libido a una edad tan tierna, y tan enmarañado el cerebro como para creerse con derecho a cometer una violación? ¿Qué le han enseñado, qué ha aprendido en realidad, donde lo ha hecho? ¿En las redes sociales, donde no existen ni control ni vigilancia de los progenitores? ¿En plataformas pornográficas al alcance tanto de adultos como de menores? Cabe imaginarlo como un campo intrínsecamente abonado para que fructifiquen las influencias más perversas.
Y aún emerge otra pregunta. ¿Qué hacían en la calle de madrugada un niño de 13 años y una niña de 15? ¿No hubieran debido estar en casa? En nuestra sociedad y entre todos -progenitores, medios de comunicación, redes digitales-, se ha introducido una manga ancha insensata de consecuencias indeseables. Hete aquí.
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