Sarah Biffen, pintora
Sarah Biffen nació en Inglaterra, en 1784. Sin brazos ni piernas a causa de la enfermedad llamada focomelia. A pesar de su discapacidad logró ser una gran artista.
Así pues, fue una artista victoriana que aprendió a pintar con la boca. Método que usaba para escribir y coser.
No obstante, hemos de destacar que hubo de superar innumerables obstáculos antes de ser reconocida por su arte.
Pertenecía a una familia pobre, de modo que sus padres la entregaron, quienes la creían un duendecillo, a un hombre para que la entrenara y la mostrase al público en ferias a cambio de dinero. Aprendió a pintar con la boca para incrementar el valor de la atracción.
Durante la Feria de San Bartolomé en 1808, el conde de Morton fue a ver la pintura de la “Maravilla sin extremidades”, apodo con el que se la conocía, y quedó genuinamente sorprendido por su talento.
El conde patrocinó a Sarah Biffen y pagó las lecciones del pintor de la Royal Academy, William Craig. Con el apoyo del conde Sarah Biffen se convirtió en pintora de retratos en miniatura con un estudio en Londres. Durante este tiempo recibió una medalla de la Royal Society of Arts La Real Academia de Bellas Artes de Londres le concedió una medalla de plata en 1821, como reconocimiento a sus miniaturas.
Y cinco de sus pinturas fueron aceptadas por la Royal Academy.
La familia real le encargó una serie de miniaturas, incluida una de Eduardo, duque de Kent, pintada por Sarah Biffen en 1839 y comprada por la hija del duque, la reina Victoria. Ahora es parte de la Colección Real.
La reina Victoria le otorgó una pensión de la Lista Civil y se retiró a Liverpool donde siguió pintando.
Fue conocida como “La maravilla sin extremidades” y es la primera artista sin manos de la que tengamos noticia.
Al poco tiempo, de empezar a pintar con asiduidad y poder ganarse la vida con su arte, logró la fama e incluso fue mencionada por Charles Dickens en algunas de sus obras, Nicholas Nickleby, entre otras.
Al escribir sobre la venta de Sotheby’s, en 2019 para la Philip Mold Gallery, la historiadora de arte Emma Rutherford comentó sobre el poder del autorretrato de Biffin de 1821. La artista se retrata rodeada de telas ricas y coloridas, vestida de un negro real con un borde de encaje blanco y listo para trabajar en su caballete.
“Las probabilidades de éxito estaban en su contra al nacer, pero aquí se nos presenta la imagen que tiene de sí misma”, escribe Rutherford. “Aquí se la ve sobre todo como una artista, rodeada de las herramientas de su oficio, incluido el pincel guardado en su manga, listo para recibir su pintura”.