
Es frecuente escuchar en discursos, charlas, tertulias mediáticas o formaciones para el profesorado que el modelo de hombre protector y fuerte es un modelo dominante y que reproduce el patriarcado. En este artículo vamos a profundizar un poco en ello intentando ser más rigurosos y evitando las reflexiones “típicas” ante esta realidad que, aunque puedan tener buenas intenciones, se quedan en un plano muy superficial.
Primero, la protección. Se tiende a decir que las mujeres o colectivos con riesgo de ser discriminados no necesitan de la protección de un hombre para enfrentarse al machismo y la violencia. Si bien es cierto que el feminismo de la igualdad ya reivindicó la equiparación total entre hombres y mujeres, poniendo de manifiesto que las mujeres son iguales, no plantea una negación a la importancia de proteger a las personas de cualquier ataque. La investigación apunta la mayor vulnerabilidad de las mujeres y niñas en determinadas situaciones, por tanto, cualquier acción que actúe como factor de protección debe ser respaldada. Si rechazamos esta protección, como apuntan los informes más recientes sobre violencia hacia las mujeres y las niñas, las condenamos a poder seguir en riesgo de discriminación. Ante ello, la investigación puntera en prevención de la violencia ya apunta el papel central que puede tener la intervención de toda la comunidad, ya sean hombres como mujeres, en la protección a las víctimas.
Segundo, la fortaleza. Se tiende a criticar el estereotipo de hombre fuerte ya que se percibe como algo negativo a nivel social. La investigación ya ha apuntado hace mucho tiempo que los estereotipos de género pueden tener consecuencias negativas en los procesos de socialización, pero es necesario diferenciar qué tipo de estereotipos y con qué connotaciones. Si bien obligar a un chico a ser fuerte, a través de la utilización de la violencia, es una práctica machista, no lo es tener fortaleza ante situaciones de desigualdad y discriminación. Esta fortaleza, carente de violencia, es clave para empoderar a los hombres igualitarios y caminar hacia una sociedad más justa, igualitaria y carente de agresividad.
Queda entonces comprobada la importancia de no caer en discursos “tópicos” sin ahondar de forma más detallada en los conceptos que ellos conllevan. Si lo hacemos así, conseguiremos una coeducación rigurosa que refuerce las nuevas masculinidades, de lo contrario caeremos en el fácil cliché que no transforma nada, tan solo perpetúa un sistema marcado por la doble moral.
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