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Es muy común, en los debates sobre masculinidades igualitarias, hablar de que los hombres nos hemos socializado, sobre todo en las relaciones entre hombres heterosexuales, en mantener ciertos límites y barreras físicas y emocionales. Se dice que esta forma de actuar es propia de la masculinidad hegemónica y que nos oprime; y que, frente a ello y para acercarnos a una nueva masculinidad, tenemos que abrirnos y permitirnos llorar, abrazarnos y expresar muestras de cariño entre nosotros.

Gracias a las evidencias científicas de impacto social sabemos que no solo esta no es la clave, sino que es un enfoque ocurrente, que confunde y desvía la atención de lo importante. La investigación constata que no siempre ser más afectuoso implica ser más igualitario: se puede ser muy tierno y luego ser agresor. De la misma manera, también se constata la existencia de muchos hombres ejemplares que pese a no destacar por su expresividad han realizado grandísimas aportaciones sociales y personales en nuestras vidas.

Gracias a la línea de investigación y práctica social de la socialización preventiva de la violencia de género, sabemos que las Nuevas Masculinidades Alternativas (NAM) ponen el punto clave en la libertad en la diversidad, en la igualdad de diferencias: no hay una única forma de ser NAM, no hay un modelo único: lo que se presenta sobre las NAM en la reveladora investigación que conceptualiza los tres modelos de masculinidades es un “tipo ideal”: las NAM, en su diversidad, son valientes, seguras, atractivas y coherentes contra toda violencia y la doble moral. 

Dentro de este marco, la gama de colores es muy amplia. En relación al tema de la ternura o expresión de sentimientos a otros hombres u otras personas, un NAM puede ser más o menos tierno, abrazar o no, tener más o menos amigas, contar más o menos cosas íntimas; la clave está en la libertad de ser como quieras, pero siempre con una base, que es respetando la diversidad, posicionándose ante cualquier discriminación y no olvidando la vertiente del atractivo.

Esperar o exigir a cualquiera abrazarse más o dar más besos es presionar y coartar la libertad, en este caso de los hombres: es también un discurso coercitivo que dicta que hay que ser de una determinada forma. Por suerte, tenemos claro que la base ha de ser la libertad: además, una persona puede ser muy sentimental o muy profunda y no ser tierno ni expresar los sentimientos continuamente o con todo el mundo; y al revés, como decíamos, se puede ser muy expresivo y luego ejercer actitudes dominantes u oprimidas que, como sabemos, tampoco consiguen que entre todas y todos superemos la violencia de género.

Los NAM no queremos que nos impongan qué es ser un hombre igualitario, precisamente luchamos para acabar con las imposiciones y conseguir relaciones libres en la pluralidad. En nuestras relaciones y conversaciones, acordamos cómo queremos expresar nuestros profundos sentimientos de amistad y solidaridad, esenciales también en las NAM.

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