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En la actualidad, el número de personas que se ven forzadas a desplazarse es más alto que nunca. Según datos de Naciones Unidas, más de 35 millones de menores de 18 años viven fuera de sus países de origen, incluyendo refugiados, solicitantes de asilo y quienes huyen del tráfico de personas y las guerras.

El derecho a la seguridad y protección debe garantizarse en todas las situaciones, pero la realidad es que la emigración puede ser una experiencia muy peligrosa para la infancia que se enfrenta a la desescolarización, la separación de sus familias, la violencia en asentamientos humanitarios, la trata y la explotación infantil. 

El Centro de Investigación de UNICEF Innocenti ha publicado una serie de informes realizados a partir de los resultados de una investigación en colaboración con los gobiernos de Etiopía, Somalia y Sudán, que recoge experiencias en primera persona de 1.634 niños y niñas migrantes procedentes del Norte y Cuerno de África, localizados en campamentos de personas desplazadas, campos de refugiados, zonas fronterizas y urbanas.

Los datos son alarmantes. El 39% sufrieron violencia física, el 30% detenciones y un 21% explotación. Más de la mitad sintieron miedo y ansiedad durante el viaje. Un 16% viajaban solos, la mitad de los acompañados lo hacían de algún familiar, mientras quienes acompañaban a un tercio de estos y estas menores eran personas completamente desconocidas, y un 8% viajaban con delincuentes del tráfico de personas. 

Las experiencias negativas narradas muestran diferencias en cuanto al género. Los niños sufren más daños físicos, situaciones traumáticas en las fronteras y detenciones. Las niñas relatan sentirse aterrorizadas desde que salen de casa y es mayor la proporción de niños que viajan solos.

Especialmente preocupante es la falta de confianza que muestran los y las menores en las instituciones y servicios que tienen el deber de protegerlos. No se atreven a acercarse a la policía o las autoridades oficiales porque piensan que no pueden ayudarles, y acuden más a personas y entidades religiosas, benéficas o educativas.

“Fui arrestado dos veces. En mi primer intento [de cruzar la frontera] no me pasó nada malo pero la segunda vez fui arrestado y golpeado. Nuestro viaje fue difícil y arriesgado. Viajamos a pie. Estaba muy oscuro. Teníamos que tener mucho cuidado para que no nos cogieran los guardias de seguridad.” 

“Fui golpeada y abusada frecuentemente en Sudán… Sufrí la misma violencia en Arabia Saudí por mi empleador. Su hijo mayor también intentó violarme dos veces. No había nadie para protegerme.”

La necesidad de fortalecer los sistemas y servicios de protección infantil; mejor formación con perspectiva de género para las autoridades, servicios sociales y oficiales en puntos fronterizos; la sustitución de las detenciones por otras opciones de cuidado y acogida, así como medidas de prevención de la delincuencia son algunas de las recomendaciones que se recogen en los informes publicados por UNICEF.

Todos los niños y niñas del mundo tienen los mismos derechos. Los datos presentados en este estudio, las terribles experiencias narradas por tantas niñas y niños, y las recomendaciones políticas que aquí se enmarcan, tienen que servir de guía y ejemplo para entender el sufrimiento tan injusto e irracional de la infancia y generar políticas eficaces de manera urgente que protejan sus derechos estén donde estén.

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